Catequesis,  Guía y consejo

LA BUENA SALUD ESPIRITUAL

Para ser un buen católico hace sesenta años se requería tener una vida de oración privada y litúrgica, y llevar una honesta vida moral personal. Las cosas han cambiado. Hay nuevos acentos. Hace poco pregunté a los niños más grandes cuáles eran sus temores y esperanzas y me llamó la atención su preocupación por las cuestiones de la justicia social y de la vida familiar. Ya no se trata de vivir bien privadamente, sino que hay un nuevo elemento a tener en cuenta: la justicia social.

Hace sesenta años nadie pensaba que la lucha de los pobres y oprimidos por su derecho a la justicia, pertenecía a la vida espiritual. Nadie tampoco la negaba, pero no nos preocupamos como lo hacemos hoy.

¿Qué ha sucedido? Hay una nueva conciencia histórica. Uno de los procesos más interesantes de los últimos cincuenta años, parece no haber sido el Concilio Vaticano II, sino la Teología de la liberación con su insistencia en la convicción de que no puede haber un cristiano “sano” que no esté preocupado por la Justicia social.

Los teólogos de la liberación, por una parte, y los defensores de la Justicia social (yo mismo profesor de la Facultad de Teología en esta materia durante 17 años) hemos contribuido a que la conciencia cristiana quedase impactada por la idea de que la Justicia social no es algo que se pueda elegir seguir o no, sino por el contrario, es algo integral de la vida espiritual de un católico actual. La Justicia social ha llegado a ser en la conciencia cristiana tan importante como rezar cada día y la Misa del domingo, así como cumplir los mandamientos que se refieren a la honestidad moral personal, en especial lo sexual.

Por eso, digámoslo con simpleza: ser un buen cristiano hoy implica tres cosas: rezar personal y en comunidad, llevar una vida moral personal según el criterio del bien y no de lo agradable, y estar involucrado en las obras referidas a la Justicia social. Estas tres cosas están interconectadas, y no podemos carecer de ninguna de las tres.

Esto que presento como algo evidente, ha sido causa de grandes luchas en la misma Iglesia actual, porque quienes son ultra conservadores no quieren aceptar lo inevitable.

Mons. Osvaldo Santagada

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