El vivir del hombre se divide en dormir y estar despierto. Al dormir, sigue la vida, pero el hombre está en estado menor. La Fe puede ayudar a que la gente duerma bien, pero si lo hace, la razón de éso se debe buscar en el estado del hombre despierto. Ahora bien, estar lúcido no es un hecho simple y sin distingos. Más bien es un hecho muy activo, un asunto de cambio seguido. Comienza con un mar de sensaciones, recuerdos, adelantos, afectos, ideas, flujos. De ese sentir surgen las ganas por entender, para unir y vincular con el intelecto los datos de la experiencia; y si eso se logra, se añaden las ideas para completarse y corregirse una a otra y, al final, formar un comprender, un entender normal sobre este mundo y sobre la vida del hombre. Pero si bien podemos entender, aún podemos errar; por eso, además de la experiencia y el comprender hay un tercer nivel de procesos en el cual se duda, se piensa, se ordenan y pesan las certezas, y al final, se juzga como cierto o probable que esto o eso es así o no es así. Aún hay un cuarto nivel, final, de examen, valorar, decisión, acción. Dudamos si nuestros proyectos tienen valor o no, si son buenos o sólo en aspecto. Podemos responder a esas preguntas y vivir según las respuestas. Y pues podemos hacer eso, podemos ser bases de bondad y ayuda, reales auxilios, amantes nobles.
Bernard Lonergan – GFI 15