Guía y consejo, 24 de marzo de 2019
Si uno no halla en sí el desorden, no puede hallarlo en la gente. Hoy mandan los medios, no el hombre que piensa. Por eso, hemos dejado pisotear la cultura de la fe, y en la práctica se ha olvidado. Era yo joven y un católico leía a San Agustín, a S. Tomás, conocía la Vida devota de Sales, o Las moradas de S. Teresa, incluso algo simple como las Florecillas. Había librerías católicas en donde se podían comprar las versiones de los S. Padres, o de los más grandes autores cristianos, incluso se hallan las obras de la Reforma del s. XVI, o de los pensadores de Francia o ingleses del s. XX. ¿Dónde se logra hoy una obra de Chesterton? Si alguien sabe hoy de quién hablo. No puede existir nada de eso, ya que hoy los niños de primaria no saben leer ni escribir. Y sólo reina el invicto celular. Es cierto que la internet tiene mucha ropa, pero ¿a la gente le gusta y sabe como buscar?
La falta de orden vive gracias al atraso del saber cristiano. O se ha olvidado, o han hecho posible borrarlo de la mente de la gente. Hay que volver a las bases morales y a la vida del alma. ¿La interesa a la gente entender y defender la cultura de la fe? ¿Por qué triunfan las Misas express? ¿Por qué se odia a quien dice la verdad?
La fe sigue en vida porque el amor de Dios no deja de ser dado, pero si no se cambia el modo de vivir, la fe en la ciudad morirá poco a poco, como la hacen morir por tele y radio. Dicen de modo falso que la Edad media fue una época oscura: hoy es la época negra de la cultura cristiana. (GFI 11.5)
¿Por qué la gente no quiere a los clásicos?
Las obras de arte revelan no solo lo bello o lo genial, sino sobre todo la verdad. Por eso, es básico habituar a los niños y jóvenes con los clásicos.
Por eso, hay dos rechazos a las obras clásicas. 1°. La gente rechaza entrar en el juego del arte, porque en el arte (la música) se rompe la relación entre vida y ciencia. En la música, por caso, se logra lo que en la vida de cada día no sucede: se borra el aparecer y el tapar de cada día. Lo que se oye (lo que se ve) es la verdad. No hay que sudar para hallarla.
El 2°. rechazo es este: la gente rechaza entrar en el reto del hablar, porque el hablar exige preguntas y réplicas. La gente prefiere los discursos, para no asumir el reto. Unos quieren hacer valer su opinión como si fuera la verdad. Pero la verdad sólo halla en el flujo entre hablar y cuestionar, o incluso en el silencio que sabe escuchar. El diálogo rechaza las falsos pactos sociales, se niega a no prestar atención, se niega a aceptar el disfraz de “privado” para poder entrar en el reino de lo que es público. Al oír o leer a los clásicos se entra en un diálogo hondo y se halla la verdad.
Basta sólo una sóla obra de arte (pintura, música, escultura) para quedar libre de un mundo cerrado en uno mismo. Y se destapa la verdad.
La gente “culta” quiere a los clásicos como si fuera el dominio privado de una élite. Pero los clásicos son la herencia común y pública del hombre. (GFI 11.5)
El futuro del cristianismo
Para el lector hago tres notas sobre este texto. 1º. En El futuro del cristianismo Lonergan afirma desde el inicio que Dios no nos llama a morir sino a tender puentes hacia todos los hombres por el amor de Jesús dado a cada alma. 2º. Los temas que toca son reales y sus críticas fuertes para entender qué somos (el auto encuentro) y salir hacia los demás.
Lonergan no es autor simple, sino muy vasto y exacto en lo que dice. Por eso su libro Insight se cree sea una de las obras más difíciles del s. XX, por que presenta las formas para que los creyentes podamos partir de lo concreto como las ciencias empíricas y elevarnos hasta el cambio filosófico, moral y religioso, sin tener miedo a ninguna idea o sentidos que traten de tumbarnos. Por eso, he puesto notas al pie para aclarar el texto.
Traduje el texto para la gente de S. Gabriel pues es madura para ser a la vez protectora y progresista. El lema del Lonergan era vetera novis augere et perficere (sumar y pulir lo pasado con lo nuevo). Nos nutrimos con los datos dados por Dios y adaptamos lo demás a los modos de este tiempo. No vivimos en el pasado, ni en el futuro, sino en el presente. Y no odiamos el pasado, ni soñamos el futuro. Se trata de ser sensatos. (GFI 13)