Guía y consejo

Guía y consejo, 23 de junio de 2019

   A la Virgen  el ángel Gabriel anuncia la alegría de que será la madre del  salvador. Eso trae a María el dolor de  aparecer encinta y las críticas de las malas lenguas.

   A José, el ángel anuncia ese gozo: acepta a su esposa y sabe que lo concebido es obra del Espíritu Santo. Eso trae a José el dolor de asumir una vida de celibato en el hogar, de pudor hacia la Virgen, y de fidelidad para siempre.

   A Jesús, ya desde chico le toca el dolor de que lo llamen el hijo del artesano, es decir, lo último en la escala social de ése tiempo: un obrero manual para cualquier changa.

   A nosotros también nos toca el dolor de otros modos: muertes, accidentes, traiciones, venganzas, enfermedad, abandono, exclusión, envidia. Queremos morir. Pensamos que lo ocurrido no ha pasado, y es sólo un sueño.

   Dios nos hace asumir la realidad y se inicia una nueva vida. O bien se sigue viviendo como muerto en vida. Dios nos llama a una nueva vida, es decir, que el dolor no pare la vida de fe, esperanza y amor.

   Jesús siguió su misión, como carpintero: hacía el bien y anunciaba el Reino de Dios.

   José siguió en su taller, dando a sus vecinos su limpieza de corazón y su amor real por María y por Jesús, así como su cariño por los pobres que recurrían a él.

   María siguió como discípula, por eso está junto a la cruz. El sacrificio de Jesús no la destruyó, sino la hizo más activa. Sostuvo a quienes dudaban y esperó al Espíritu Santo.

   En la Pentecostés reciben ese Espíritu, y todos dejan su dolor, su duda, su traición, su negación, y nace la Iglesia donde ya no se piensa en la muerte.  

   El milagro del ángel Gabriel se da de a poco, porque anuncia que podemos hacer algo nuevo y para eso hay que crecer en la seguridad que da el amor de Dios. (IN 15)

¿Cómo se crea la seguridad?

    Para estar seguros debe haber antes sentido de pertenencia. ¿Cómo se sabe si uno pertenece a un grupo? Al sentir que estamos a salvo en él. Al esperar lo mismo que los demás. Al no correr ningún peligro. Sentirse a salvo, mirar el futuro y saber que no hay riesgos hacen que uno tenga sentido de pertenecer. Eso pasa en la familia y en los otros grupos. Hay señales que dicen sin hablar que uno pertenece: la vecindad, el contacto con  la vista, la energía, los gestos, la atención, el estilo del cuerpo, el tono de voz, el énfasis, y si cada uno habla con cualquier otro del grupo.

   Resumo lo que acabo de decir así:

1º. Al no perder energía, porque nos dedicamos al dar ideas. Tratamos con calma a los gruñones, a los agresivos, a los apagados y no evitamos el contagio.

2º. Cuando se valora a los demás, y cada uno se sabe único, porque damos oído a su voz.

3º. Al enfocar el futuro, para que la relación siga, porque nos interesa estar unidos.

   Este sentido de pertenencia se destruye fácil y se construye con empeño. Cualquiera puede quemar una casa, pero se precisan buenos obreros para edificarla. En las reuniones no nos aplastemos por holgazanes, desafiantes y depresivos. Importa la meta y la conducta. (IN 13)

¿Qué quedó de la independencia nacional?

   Hoy hay un complot para igualar las ideas y conductas de todo el mundo. Nace en los centros de poder político y económico? A esos poderosos les interesa colonizar la cultura. Es el plan de las Naciones Unidas contra los derechos humanos declarados en 1948: añadir nuevos derechos rivales del orden natural.

   Cuando se trató la población del mundo y la mujer, las NU planearon cambios de cultura y los exportaron a los países más pobres, sometidos al poder económico de otros. Se sabe que pasa mucha plata para lograr esas metas: aborto y contraceptivos. Cambian el mundo.

   Es una pena que haya congresistas del país con esas ideas y preparen leyes que van  contra el hombre y contra la Fe.

   Esta idea de cambiar al hombre y lo social, atrae a hombres que  dicen su amor a la patria, pero someten al pueblo a un nuevo orden mundial. Se usa a la gente, llena de penurias, en este mal intento de cambiar su tradición.

   Lo que hoy agobia a tantos son los jubilados, marginados que nunca verán la pensión que merecen; los muchos jóvenes que no estudian ni trabajan; la huida de las provincias hacia las ciudades en donde la gente vive en la miseria, peor que en su lugar de origen. Qué pena que el Estado no pueda cuidar la vida y los bienes del pueblo, y se someta para ser una nueva colonia del extranjero. (IN 16)

El futuro del cristianismo

   Hoy se habla mucho de un cristianismo sin religión, y si bien no quiero dejar el tema para explicar las ideas de K. Barth y D. Bonhoeffer, considero justo notar la parte de verdad que hay en esa expresión cristianimo sin religión. B. Carter traduce el libro Iglesia y Estado de L. Sturzo,  y en el prefacio resume la opinión del autor así:

… en cada forma de vida social y nuestra sociedad como un todo, dos cursos aparecen sin falta: lo institucional y lo mística. El primero busca tener planes prácticos para conservar el orden fijo; el otro busca renovar, con aguda visión, los defectos de hoy y las aspiraciones urgentes hacia el mejor futuro. La diferencia entre ellas (institución y mística) no es total, porque están formadas por hombres y reflejan lo complejo de la mente; sus acciones son un tejido, uno reforzando lo que otros pensaron, aunque al fin se unen para partir de nuevo; el conflicto que muestran es un conflicto entre el ideal y su realización siempre parcial, entre la letra que mata y el espíritu que da vida…

   En suma, no hay diferencias simples y totales. La institución necesita siempre ser renovada por el espíritu interno. Debe cambiar y adaptarse a las nuevas necesidades, condiciones, y circunstancias. Los cambios y adaptaciones deben mostrar el don del amor de Dios. Sólo de modo confuso e parcial los cristianos logran sus ideales. De eso no se sigue que la institución deba ser desechada. El don del amor de Dios exige amar al otro. Se opone a un individualismo estéril y cerrado. Por su ser, el don del amor de Dios hace que los cristianos nos amemos unos a otros, compartamos las cargas de los demás, trabajemos juntos para que llegue el Reino de Dios, el orden de Dios para la tierra. Podemos investigar en qué medida la institución es oportuna. Podemos preguntarnos qué clase de institución es deseable. Pero excluir todo el sisema de la institución es excluir a la comunidad cristiana.                Bernard Lonergan – (GFI 15)

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