Guía y consejo

Guía y consejo, 20 de enero de 2019

La libertad religiosa es la inmunidad de coacción en la sociedad civil, de modo que en materia religiosa ni se obligue a nadie a obrar contra su consciencia ni se le impida que actúe conforme a su consciencia en privado y en  público, solo o asociado con otros, dentro de los límites debidos al justo orden público.

   El derecho a la libertad religiosa se basa en la dignidad de la persona humana, tal como la conocemos por la Revelación y la razón humana. Este derecho de la persona  debe reconocerse en el orden jurídico de una nación, para que se haga un derecho civil.   

   Sin una defensa fuerte de la libertad religiosa los cristianos no podemos construir las instituciones comunitarias de vital interés para preservar nuestra identidad y nuestros valores en una sociedad cada vez más contraria a la fe. No se requieren contactos con influyentes políticos, sino salvar lo que es básico para nosotros: la libertad religiosa.

   Este trabajo no es para realizar fuera  de la Iglesia, sino dentro de ella, porque hay católicos desinteresados por este tema tan relevante y dejan que los diputados hagan lo que quieran, sin protestar. Hay que convencer a los católicos que sin libertad religiosa no se puede mantener nuestra Fe  y nuestra Tradición.

     Tenemos que prepararnos para los tiempos duros que vienen. Me toca alertar a la gente a reconocer la gravedad de las amenazas que se abaten sobre los católicos, teniendo presente la grave dificultad del ámbito político. O defendemos la libertad religiosa, o seremos arrollados por la apostasía. Debemos unirnos a los otros líderes religiosos,  porque Jesús nos pidió, no el éxito político sino el anuncio del Evangelio.

¿Qué esperar de la política?

Hay poca posibilidad de que la política tradicional cambie. Hoy estamos en serias situaciones impensadas en otras épocas. Por 2 motivos: 1) hay una creciente hostilidad hacia los católicos y sus convicciones; 2) quienes votan según los valores  se equivocan, pues los políticos los mencionan en sus campañas, y después harán lo que les conviene.

   Hoy se vota según la situación económica. Los votos sobre moral o cultura se pierden. Antes había un consenso implícito de que el sexo y la sexualidad eran apolíticos y no se usaban en la política.

   La “revolución sexual” desde 1968 modificó todo. Los argentinos se dividieron según sus convicciones morales. El centro es hoy: ¿qué cultura se quiere? Los argentinos ven ahora los “valores morales” como cuestiones de gusto o elección personal.

   El síntoma de esta enfermedad es la declinación cultural. Por eso, el poder político no debe considerarse como desinfectante moral.

   Hay varios peligros: 1) caer en la indiferencia; 2) caer en el escepticismo: la tendencia de la cultura es desacralizar la religión y fragmentar a los creyentes. Se impone la reducción de la libertad religiosa por la “anti-discriminación”;  3) perder la esperanza.

   Necesitamos tener lugar en la vida de la sociedad para desarrollar nuestras obras de caridad, la edificación cultural y la conversión. No podemos dejar vacía la arena pública. Se requieren voces valientes que muestren el deber de los laicos de exigir a sus jefes políticos y de hablarles para denunciar los errores.

   No sólo defendemos la vida, la libertad religiosa y la familia tradicional. Otros asuntos de la ayuda de los cristianos: el tráfico de mujeres y niños; la pobreza; el sida, y las epidemias en los lugares alejados de las ciudades.

Cristología de la semana

Notas previas

Jesús verdadero hombre, confesado como Hijo de Dios, Señor y Salvador ha sido la base de la Fe desde el origen hasta hoy. Una nueva era de la teología trae nuevas señales sobre Cristo.

Nota previa: La Cristología: una cuestión teológica

La segunda fórmula para un método cristológico viene al preguntarse si la Cristología del Nuevo Testamento es sobre el ser o sobre la función. La respuesta es que ni es meramente funcional ni estrictamente sobre el ser.

   Una Cristología meramente funcional acepta sólo una serie de eventos religiosos. Hay evidencia concreta de que la gente del Nuevo Testamento y de los tiempos siguientes creyó que Jesús había resucitado de entre los muertos. Esos hechos de Fe están probados por la historia. Constituyen el grupo de eventos que se llaman “Cristología”.

   Eso es verdadero, sin embargo ignora la noción de Historia de la Salvación. No es la historia concreta de los actos de creer. Es la historia de lo que pasó según la evidencia que los creyentes percibieron a la luz de la Fe. No hubo problema para los escritores del Nuevo Testamento  que ese Jesús condenado y crucificado, muerto y sepultado, también resucito de entre los muertos. Se puede aceptar o rechazar. Pero si se rechaza, no se capta la Historia de Salvación. Se acepta sólo la historia de los hechos concretos.

   A la vez, la Cristología del Nuevo Testamento no es sobre el ser de Jesús. Trata sobre personas y hechos que existieron en realidad. No entra en la interpretación del mensaje y, menos aún, no entra en el mundo oscuro de la interpretación que exige tener una teoría del conocimiento, unos principios del conocimiento, y unos principios sobre el ser.

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