el valor de la misa
Sociedad

El valor de la Misa

«Jesucristo, Salvador nuestro, es el Sacerdote principal del sacrificio de la Misa. La ofrenda interior, que fue el alma del sacrificio de la Cruz, perdura en el Corazón de Cristo que quiere nuestra salvación. El ofrece cada Misa que se celebra Cuál es el valor de cada Misa? Importa tener una idea justa, para unirse cada día al Sacrificio y recibir más abundantes frutos. La Iglesia se enseña que la Misa tiene un valor infinito, aunque su efecto en nosotros es finito y proporcionado a las disposiciones interiores.

El sacrificio de la Misa considerado en si mismo tiene un valor infinito

El sacrificio de la Misa es el mismo que el de la Cruz, el cual tiene un valor infinito. pues el Verbo hecho hombre, en la Cruz, era al mismo tiempo Sacerdote y Victima: El permanece en la Misa como Sacerdote principal y Victima presente, ofrecida.

En cada Misa se ofrecen a Dios una adoración, una reparación y una acción de gracias de valor sin limites, en razón de la Victima ofrecida y del Sacerdote principal, con independencia de las oraciones de la Iglesia universal y del fervor del celebrante. En la Misa se le ofrece una adoración en espíritu y en verdad de valor sin medida Esa adoración vuelve a nosotros para darnos fuerza y salud.

Además, es imposible ofrecer a Dios una reparación más perfecta por los pecados que se cometen cada día. No se trata de una nueva reparación distinta de la de la Cruz: Cristo no muere ni sufre más, Conviene ofrecer con frecuencia Misas de acción de gracias. Por cada Misa celebrada, por la oblación y la inmolación sacramental del Salvador en el altar, Dios recibe una adoración infinita, una reparación y una acción de gracias sin limite.

¿Cuales son los efectos que la Misa puede producir en nosotros?

El efecto de cada Misa no está limitado por la voluntad de Cristo, sino tan solo por la devoción de aquellos por los que se ofrece. La influencia de la Santa Misa en nosotros no está pues, limitada más que por la disposición de fe confianza y amor. El sacrificio de la Misa, que perpetua en sustancia el de la Cruz, es de un valor infinito para aplicar los méritos y las satisfacciones de la Pasión del Salvador.

La Misa facilita nuestra conversión

La Misa nos obtiene la gracia del arrepentimiento, nos facilita el perdón de los pecados; no se dicen en vano estas palabras antes de la Comunión: Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, ten piedad de nosotros. Como la Misa facilita el arrepentimiento, se sigue que puede ser ofrecida por pecadores incluso endurecidos e impenitentes a los que no se podría dar la Comunión. La Misa puede obtenerles la Gracia de la conversión

La Misa neutraliza al demonio

El Maligno nada teme tanto como una Misa, sobre todo cuando es celebrada con gran fervor y cuando muchos se unen a ella con espíritu de fe. Cuando el diablo choca con un obstáculo insuperable es que en una iglesia, un sacerdote consciente de su propia debilidad y de su pobreza, ha ofrecido la omnipotente Victima y la Sangre redentora.

La Misa disminuye nuestro purgatorio

El sacrificio de la Misa no solo facilita la conversión de los pecados, sino la pena debida a nuestros pecados, ya se trate de vivos o muertos por quienes se ofrece el sacrificio. Este efecto es infalible; sin embargo, la pena no siempre es perdonada en su totalidad, sino según la disposición de la Providencia y el grado de nuestro fervor.

Finalmente, el sacrificio de la Misa nos obtiene los bienes espirituales y temporales necesarios o útiles para nuestra salvación. Así, conviene hacer celebrar Misas para obtener la gracia de una buena muerte, que es la gracia de las gracias, de la que depende nuestra salvación eterna.

Ofrezcamos igualmente las contrariedades cotidianas será la mejor manera de llevar nuestra cruz, tal como el Señor lo ha pedido.

Los fieles que dejan de asistir a Misa pierden el sentido cristiano, y de la eternidad. Hay que pensar en los agonizantes al asistir al santo Sacrificio, y puesto que cada Misa tiene un valor infinito, hay que pedir que ésa a la que asistimos resplandezca allí donde ya no se celebra, donde poco a poco se pierde la costumbre de asistir a ella. Pidamos a Nuestro Señor que haga germinar vocaciones sacerdotales en esos medios pidámosle sacerdotes. santos sacerdotes, cada día más conscientes de la grandeza del sacerdocio de Cristo, para que sean sus celosos ministros que solo vivan para la salvación de las almas. En los periodos turbulentos la Providencia envía innumerables santos: por eso es necesario pedir al Señor que envíe al mundo santos que tengan la fe y la confianza de los Apóstoles.

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