El que se siente prójimo busca la salud de los demás
Es fácil recitar los Mandamientos. Difícil es hacerlos. El abogado llega porque quiere un premio para sus acciones. Sabe recitar la Ley de Dios. Por eso, Jesús le responde: Haz eso y vivirás. El premio es buscar la salud de los otros y en ese momento comienza la vida eterna aquí.
El abogado pregunta: ¿Quién es mi prójimo? Jesús le cuenta una historia y responde con otra pregunta: ¿Quién de los tres se portó como prójimo del hombre caído? Ya no se trata de saber quien es mi prójimo, sino de ser uno mismo el prójimo de los demás. Tan prójimo que uno es capaz de hacer de todo para curar al otro. Te pagaré lo que sea necesario para curar el hombre. Esta actitud del samaritano es impensable si él no está conectado con el amor de Dios. El samaritano sabe que es enemigo del judío herido.
Jesús lo dijo: Amen a sus enemigos, hagan el bien a quienes los odian, bendigan a quienes los maldicen, recen por quienes los maltratan. El samaritano cura al enemigo y comprende que su prójimo es el mismo no el caído. Conectado con Dios hace mucho más de lo estrictamente necesario. Si no fuera por esta fuerza que nos da Dios, nos reservaríamos para la familia y conocidos. En cambio, aquí en S. Gabriel desde hace 30 años hemos sido los prójimos de quienes vienen agobiados y caídos por las tormentas de la vida. Por eso, venimos los 29 para ser los prójimos que damos salud al enfermo. Esa es nuestra tarea como fieles de esta comunidad sanante.