Amor y Alegría

Edición de Amor y Alegría de Julio

Muchos feligreses dejaron pasar el domingo de Caritas y no dieron su ofrenda, diciendo: “ya pasó el día”. ¿Es esa la actitud de un creyente fiel? Cuando nos hacemos solidarios, mostramos nuestra vitalidad y ayudamos a la sociedad a afrontar esta crisis de valores y económica, provocada por la ambición de gobernantes y gobernados.

            ¿Por qué pienso que es posible salir de la crisis? Porque no soy fatalista, sino estoy abierto a la esperanza. 40% de pobres en el país; 5 millones de jubilados con la mínima! Hay mil medios de una situación mejor. Sólo hay que tener en cuenta el “factor humano”: ser mejores hombres. Pongamos al pobre por encima del lucro, del poder y del dinero.

            La mala distribución de los bienes, la carencia y la miseria son también frutos nuestros. La pobreza de bienes necesarios es el efecto de un juego de relaciones que no ha tenido en cuenta el vínculo de la hermandad entre quienes formamos una sola y única raza humana. Quienes dirigen la economía mundial no usan su libertad para el bien de todos, sino para provecho propio y de algunos.

            No piensen que esa realidad es el costo para entrar en una sociedad más avanzada. Eso es falso. Nuestros hermanos no tienen por qué pagar el precio de que tengamos cada electrodoméstico nuevo  y queden disminuidos. No existe una  fatalidad económica, ni una economía que para crecer tiene que destrozar a los hermanos. ¿Cómo es posible que estemos pensando en tener el celular de última generación, cuando los niños del país necesitan de nuestros envíos para comer? ¿Cómo es posible que haya padres que acepten caprichos de sus hijos y les compren lo que no necesitan ni para la salud ni el vestido?

            Hay que pensar con sentido de justicia, de solidaridad y de libertad. Y no se puede ser solidario si uno no ha llegado al nivel de las decisiones sobre lo bueno. Libre no es quien hace lo que quiere. Una libertad que no busca el bien de los demás, es esclavitud.

            Además, está en juego la justicia: dar a cada uno lo que le pertenece. Para que pueda existir esa justicia es preciso respetar el derecho de los demás. Sin el empeño decidido por respetar la justicia, las relaciones económicas serán salvajes y la gente andará buscando donde le hacen el 20% de descuento, sin medirse y controlarse en sus gastos.

            La solidaridad, por fin, es la que asegura la paz. En nuestro país no hay paz, por carencia de solidaridad. ¿Cómo puedes dormir  cuando no te importó la colecta de Caritas, o pusiste una moneda, pensando en  regalos para el “día del padre”? ¿No te da vergüenza?

            Sacude tu consciencia entumecida, sal fuera de tu estilo egoísta e inicia una vida de interés por el desposeído. ¡Hasta el cardenal llamó la atención  a los curas que después de tres meses no entregaron el “gesto solidario” cuaresmal para las villas de emergencia! La falta de solidaridad no es sólo de los laicos, sino también de los consagrados.

            Necesitamos que nuestra actitud solidaria se extienda. Que traigan alimentos para los pobres, ropas lavadas, planchadas y perfumadas para los niños y adolescentes de los parajes marginados, donde no hay negocios, médicos, enfermeras, ni rutas: sólo miseria.

            Que Dios castigue a quienes gastan su dinero en los “juegos de azar”. Hay que cambiar: primero lo primero. Y lo primero es la persona débil y abandonada. Dios los ama a ellos. ¿Por qué nosotros no haríamos lo mismo?

La gente cambia cultura y moral por televisión

Nuestro país está yendo hacia un analfabetismo masivo o una mediocridad destructiva en sus hábitos y estilos de vida, o bien el olvido de nuestra tradicional sensibilidad humana y moral. No tengo pruebas de que la televisión y sus programas tengan algo que ver con eso. Aunque me lo hace sospechar mi sensación y mi inteligencia.

   Por mil indicios advertimos que el sentido de la vida de nuestra gente, el horizonte de sus sentimientos y emociones, su relación con el pasado, son sutil pero inexorablemente vaciados, distorsionados, manipulados, corroídos y combinados de otro modo por la televisión. Ya sé que es un tema tocado y re-tocado el de la tele. También la corrupción o la evasión fiscal son re-tocados. ¿Eso significa que no hay que hablar de ellos?

   En el espacio desbordante de los programas de jarana se realiza la manipulación destructora de la antropología argentina. En esos programas -sin llegar al nivel prostibulario de cierto personaje o reality shows – se mezclan cuerpos semidesnudos, presentadores, comicastros, chistes de cinco centavos, y torrentes de palabras que nada dicen. De este caldo, sin interrupción de la mañana a la noche, llegan a las cabezas de millones de compatriotas modelos de comportamientos postizos y despreciables, desprecio implícito por cualquier cosa que sea inteligente y fruto de tesón y sacrificio, la idolatría de la apariencia, la admiración por lo exagerado, enfático, superfluo, en contra de lo que es normal y correcto.

   En nuestro país el efecto de estos programas es devastador. La disgregación de las grandes periferias metropolitanas, una cultura popular nueva a causa de la urbanización repentina y privada de sus antiguas raíces, los estrados de jóvenes a quienes la aculturación de la escuela ya no dice ni da nada: todo esto ha producido un vacío en el cual el modelo torpe televisivo encuentra la manera de imponerse como quiera. No basta esta explicación. Debe haber sucedido algo relevante y específico en nuestro país para que se vea tanta televisión y durante tantas horas como aquí; para que tenga un efecto tan vasto y condicionante; si en ningún otro país americano las vulgaridades televisivas susciten tanta atención y discusiones como entre nosotros.

   Ha sucedido lo siguiente: desde hace decenios el caldo televisivo constituye el sustituto de la hegemonía cultural que nos hizo famosos y que la actual clase dirigente no es capaz de realizar y menos de imaginar. La ruptura sucedió hacia 1975, cuando comenzó la descomposición del cuadro político e intelectual de la Nación, y comenzó a proliferar la televisión comercial. Desde entonces quien tiene la dirección espiritual de la vida argentina, y determina sus estilos y su conversación es la televisión. Eso lo prueba el hecho de que aquí todas las clases sociales ven televisión: lo que no pasa por la pantalla no existe! Hasta la unidad del país, su bandera y sus fiestas existen si la tele habla de eso. Todos están obligados a ver la tele, porque parecería que si se ve tele se participa de un comunidad cultural que de otro modo no tiene ni voz, ni centro, ni protagonistas nacionales. La hegemonía televisiva no es fruto de la malicia de un hombre, sino producto de una historia. Es el producto de la historia argentina: de su frágil modernización, privada de un guía que vea el futuro, de la débil y superficial escolarización, de la miseria e incertidumbre de las clases dirigentes, de la progresiva incapacidad de la política. Por eso, en la brutalidad sintética de esta hegemonía televisiva todos están dentro, de derecha y de izquierda, para poder tener la ocasión de agredir al enemigo de turno.

Ernesto Galli della Loggia,

Para cambiar hay que motivar al elefante

Por Fernando O. Piñeiro

 

   Conozco varias personas que han sufrido un problema cardiovascular y se han comprometido a cambiar sus hábitos de vida, pero siguen realizando una vida sedentaria o fumando como si nada pasara. ¿por qué hacen esto, si saben que su vida está en peligro? Yo mismo he intentado en varias oportunidades comenzar una dieta, pero al segundo día la he abandonado. ¿Qué sucede en mi interior, que me hace cambiar el rumbo que me había fijado?

   Los psicólogos Chip y Dan  Heath en su libro Switch: Como cambiar cosas cuando el cambio es duro, sostienen que los seres humanos pensamos sobre cualquier asunto desde dos lugares. Por un lado, está el lado del cerebro que es racional, analítico y solucionador de problemas. Por el otro, está el lado emocional, que es adicto al impulso y a las rutinas confortables. El racional puede decirnos que necesitamos un cambio en nuestra vida, ir en una dirección diferente. El emocional está cómodo con las viejas maneras de pensar, y hacer las cosas, y siente una gran preocupación ante la posibilidad de un cambio.

   El psicólogo Jonathan Haidt habla de la metáfora de un ser humano montado en un elefante. El jinete representa nuestro costado analítico, planificador, que decide “necesito ir a algún lugar y quiero ir en esta dirección”, y se pone en camino. Y también está el elefante, que representa el elemento emocional y provee la energía. El jinete puede intentar conducir al elefante, aunque en una competencia directa de voluntades ganará el segundo, que tiene seis toneladas de ventaja. Para lograr un cambio en nuestras vidas, es necesario alinear ambos lados del cerebro, señalando la dirección al jinete, si bien motivando al elefante para que emprenda el viaje. ¿Cómo podemos “motivar al elefante”?

   Existen tres formas de motivarlo:

Aumentar nuestra vida espiritual: en mundo tan consumista y alejado de Dios terminamos contagiándonos. Este contagio nos convierte en seres apáticos, sin fuerza y con una tristeza interior increíble. Cultivar nuestra vida espiritual y acercarnos a la belleza de Dios nos da fuerza, nos orienta y nos da un justo equilibrio.

Darnos tiempo para la buena lectura, el arte, la naturaleza y la reflexión interior: vivir corriendo detrás de las cosas sólo hará que nos desgastemos y aburramos. El contacto con la naturaleza, con nosotros mismos y con las distintas formas de arte ubicará al elefante en su “territorio” y le brindará la identidad que necesita para seguir adelante.

Imitarnos a nosotros mismos. Muchos intentan cambiar imitando a otros. No sirve. Ninguna persona es igual a otra. A su vez, esto genera una resistencia natural. Es preferible utilizar la técnica de los “puntos positivos”. Esto es: no debemos parecernos a otros, sino a nosotros mismos tal como somos en nuestros mejores momentos. Pensemos en las cosas que hemos hecho o estamos haciendo que han funcionado muy bien. Las personas solemos enfocar lo negativo, en particular en situaciones de cambio. Pensar en nuestros puntos positivos motivará con fuerza al elefante.

   Al mantener motivado a nuestro elefante, seguramente lograremos alcanzar las metas que nos proponemos

La manzana y la consciencia de la culpa

Por Marco Garzonio

   Los mitos son una condensación de experiencias limitadas del inconsciente. Nos envían hacia una base histórica, a un in principio, y relatan hechos y protagonistas que fueron protagonistas de esos hechos. Mito es lo mismo que cuento. En el curso del tiempo el hilo narrativo sufrió cambios y adaptaciones hasta asumir la forma expositiva que nos ha llegado. Los mitos constituyen material muy útil para el trabajo psicoanalítico.

            1º Porque se trata de vivencias ejemplares de la conducta humana. 2º porque la reconstrucción de las estratificaciones sucesivas del núcleo primitivo muestra el cambio de la psique colectiva, es decir, de cómo ha reaccionado a los impulsos, de los pasos que atravesó, de los puntos clave que consiguió a lo largo de su desarrollo, contribuyendo a formar lo que llamamos el inconsciente cultural. 3º Porque los mitos muestran como existe una actitud constante de la mente humana a producir imágenes, e.d. a representar en lenguaje figurativo y dramático los contenidos de lo que sucede y perturba, con altos tonos afectivos. El fin es tomar distancia de las emociones muy fuertes, protegerse para no quedar sofocados. El discernimiento es el ejercicio de esta función crítica, basada en razones psíquicas. Cuando se dice  que el corazón tiene razones que la razón no conoce (Pascal), nos referimos a la totalidad psíquica, al ser humano considerado en la plenitud de sus funciones, del pensamiento al sentimiento. 4º los mitos contienen dentro de sí núcleos de energía, o sea, elementos que pese a la distancia de épocas y lugares mantienen su carga y la pueden  liberar, dejándola fluir  cuando podemos individuarlos, conectarnos con ellos, y recibir su fuerza.

            La expulsión  del Paraíso terrenal como condena de una conducta reprochable es el núcleo de un mito: el mito de los orígenes En un poderoso escenario, el relator bíblico cuenta un suceso, como expusiese hechos que tiene delante de sí  en el momento en que los cuenta. En una serie de cuadros sugerentes describe como Dios ha dado vida al universo y como el hombre, que había sido puesto al centro de ese Edén para custodiarlo y gozarlo como dueño, transgredió el único mandato que le dio su Creador: no comer el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal. A esa desobediencia original sigue el castigo: inicia el camino fatigoso de varones y mujeres sobre la tierra. Sobre la espalda llevan el peso de la culpa cometida.

            El psicoanálisis ha enfrentado ese mito, tratando de reconstruir los varios componentes referidos a fuentes más remotas, que habrían confluido en el Génesis y que el autor de éste habría adaptado para hacerlo aceptable al Israel del s. X a.C. Muchos autores han pensado reconocer algunos motivos específicos en el inicio de la culpa y del castigo que siguió. Se habló de deseo sexual, por el cual el hombre se hace independiente. Se habló de la muerte del padre realizada para tomar su lugar y de la lucha entre hermanos en la disputa de la herencia.

            Alguno incluso presentó la hipótesis del carácter incestuoso de la relación entre Adán y Eva, ya que esta es llamada madre de los vivientes, interpretación que igualaría a Adán con Edipo y a la contaminación con la cultura mediterránea de las Grandes madres. Con un paralelo a los cultos animistas se pensó en la veneración de las fuerzas de la naturaleza; la referencia a un culto totémico al árbol, venerado y divinizado tanto que, comiendo sus frutos, el hombre pudiese incorporar fuerza y poder, y llegar a ser como él: un Dios.

Matemática y salud mental

Fabián Valiño

   Hasta hace poco todas las enfermedades que evidenciaban algún síndrome de trastorno conductual se asociaban con la demencia.  Hoy hay  diagnósticos más claros y  distintivos de cada una de esas patologías: la enfermedad de Alzheimer es una de ellas.

   “La capacidad de memorizar, asociar ideas con rapidez o la agilidad mental son tres facultades que se van perdiendo con la edad, ante todo en personas que padecen Alzheimer”.

    Es muy común que los médicos aconsejen resolver crucigramas, practicar el uso de otro idioma distinto del de la lengua madre, caminar y hacer algún tipo de actividad física regularmente y formar grupos de lectura y escritura creativa donde puedan plantearse discusiones sobre los textos leídos y/o producidos.

    La matemática resulta en una herramienta útil y por demás divertida para ejercitar la mente y crear nuevo conocimiento. Rodolfo Kurchan es un experto mundial en diseñar rompecabezas matemáticos, acertijos y cualquier tipo de desafíos que retan la imaginación y el razonamiento.  Su entusiasmo y verdadera pasión por este tipo de desafíos le han llevado a recorrer el mundo participando de competencias, conferencias y entrenamientos.

  Uno de los problemas que propone en su libro se refiere a los números medios.  El autor define como número medio aquel en el cual la suma de sus cifras restadas del producto de las mismas, da por resultado un número que queda comprendido entre las dos operaciones anteriores.  Por ejemplo, podemos afirmar que el número 56 es un número medio.  En efecto, si resolvemos:

5 + 6 = 11 y 5 x 6 = 30, restamos 30 – 11 = 19.  19 está comprendido entre 11 y 30.

    La operatoria es extremadamente sencilla y los resultados pueden sorprendernos.  En efecto, además del pasatiempo en sí mismo, el problema resulta desafiante en virtud de las implicancias que pueden presentarse en su planteo. 

    Entre las preguntas que podemos formularnos en este tipo de problemas planteamos:

: ¿Cuál será el menor y el mayor número de dos cifras que resulta un número medio?  (Piense antes de ver la respuesta al final del artículo). 

: ¿Existen números del medio de tres cifras?  (Compruebe por ejemplo que 454 es un número del medio)

: ¿Puede ser un número del medio aquel que contenga alguna cifra que sea un 0? ¿Por qué cree que sucede esto?  (Recuerde que multiplicar por cero  hace que el producto sea 0).

: ¿Pueden ser números medios aquellos que contienen alguna cifra que sea 1?  (Pruebe por ejemplo, con los números 17, 21, 31, 41, 114, etc.    Además de jugar y divertirnos, sometemos a las neuronas del cerebro a vincular operaciones, establecer conjeturas, explorar y obtener resultados más generales a medida que buceamos en el ámbito fascinante de la matemática. 

    Independientemente de la edad, este tipo de desafíos se constituyen en verdaderas fuentes de nuevos problemas para alumnos que permanentemente se quejan de que la matemática es fría, distante y poco atractiva: una verdadera señal de alerta para los docentes que somos responsables de su formación en esta ciencia.

    (Respuestas: 37 es el menor número medio de dos cifras.  99 es el mayor número medio de dos cifras.  454 es número medio pues 4x5x4= 80 y 4+5+4= 13; 80 – 13= 67 y 67 está comprendido entre 13 y 80)

Ejemplos para imitar

Por el Dr. Fabián Valiño

Si nos preguntasen cuál es el origen de la crisis en nuestras instituciones públicas y privadas estoy seguro que la respuesta será: la falta de educación. A.L. atraviesa este problema planificado por líderes inescrupulosos que especulan gobernando a pueblos sin instrucción, para manipularnos con facilidad según sus intereses de un poder sin límites.

La evidencia de esta crisis se ve  en el vaciamiento de contenidos, en especial en las ciencias duras, que será muy difícil de revertir aún en décadas.

A pesar de esta visión casi apocalíptica, se vislumbran algunos oasis que invitan a la reflexión y  a la imitación.

Participé hace poco en un taller de capacitación para profesores de Costa Rica, invitado por directores de colegios privados que han pagado de su bolsillo el material de apoyo, y mis gastos. Hasta allí, esto parece un acto de solidaridad por la educación de unos pocos empresarios exitosos a quienes interesaba la excelencia de sus profesores.

Luego de dictar la capacitación y visitar las escuelas, quedé admirado por la obra monumental y silenciosa que llevan a cabo estas personas.  Interesados por la educación de calidad que brinda el Bachillerato Internacional, un programa caro aunque muy completo y eficaz en la educación de alumnos de escuela media, estos empresarios decidieron becar a los alumnos de escuelas públicas a quienes interese adquirir, además de la educación oficial, un diploma internacional en seis áreas especiales del conocimiento: castellano, inglés, historia mundial, matemática, tecnología y biología más la preparación para realizar una investigación monográfica, la reflexión sobre los actores y las formas del conocimiento en cada una de las ciencias mencionadas, y la acción servicial hacia la comunidad en la que viven.

Estos empresarios se hacen cargo de los gastos de membresía, envíos de material, calculadoras, graficadoras y computadoras, material de biblioteca, capacitación de docentes, viajes de docentes al exterior cuando la capacitación in situ se hace difícil por distancias, y los salarios de coordinadores, asistentes y la gente vinculada directamente a la organización (administradores, tesoreros, ordenanzas, etc.)

Cuatro escuelas oficiales (con casi cien alumnos becados totalmente) reciben los beneficios de este plan.  Allí no termina la obra titánica que han emprendido: para el año 2011 quieren llevar a 20 el número de colegios oficiales a los que ofrecerán becas para que los alumnos interesados y comprometidos, accedan a una educación de calidad.

Este es el tercer taller al que fui invitado en menos de dos años: muestra el grado de responsabilidad de estos planificadores.  La voluntad de superación mediante la educación representa sin duda alguna el norte para estos empresarios que nos dan una lección de vida. Me uní a su proyecto donando mis honorarios para comprar libros para los colegios.

            ¿Cuántas son las empresas exitosas en Argentina?  ¿Cuántos alumnos se podrían becar para alcanzar una elevada educación que volviese a poner al país en el nivel intelectual que tenía hace más de cincuenta años atrás cuando la Universidad de Buenos Aires era envidiada por los grandes centros de investigación del mundo?  Ortega y Gasset lo dijo: Argentinos, ¡a las cosas!

 (Todos estos art.  IN 19)

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