La Argentina Hambrienta

El Papa convoca al gran Jubileo

El 29. XI. 1998 Juan Pablo II ha firmado la «bula» – el documento más solemne de los Papas que lleva el sello con la marca del anillo del Pescador sobre cera – con la cual convoca al Jubileo del 2000. Se llama «Incarnationis mysterium» y está dirigida a todos los fieles.

Comienza afirmando el Misterio de Jesús: «El es la verdadera novedad que supera todas las expectativas de la humanidad… La encarnación del Hijo de Dios y la salvación que realizó con su muerte y resurrección son el verdadero criterio para juzgar la realidad temporal… El gran jubileo está a las puertas: será un acontecimiento que se celebrará simultáneamente en Roma y en todas las Iglesias particulares diseminadas por el mundo».

Tendrá dos centros: Roma y Tierra Santa. El Papa desea «que el jubileo favorezca un nuevo paso en el diálogo recíproco hasta que un día todos juntos judíos, cristianos y musulmanes – nos demos en Jerusalén el saludo de la paz».

En esta circunstancia especial del jubileo «es obligado volver con reno vada fidelidad a las enseñanzas del Concilio Vaticano II». Por eso, Juan Pablo II propone «que el carácter ecuménico del jubileo sea un signo concreto del camino que, sobre todo en los últimos decenios, están realizando los fieles de las diversas Iglesias y comunidades eclesiales. La escucha del Espíritu Santo debe hacer nos capaces de llegar a manifestar visiblemente en la plena comunión la gracia de la filiación divina inaugurada por el Bautismo: todos hijos de un solo Padre».

El jubileo de Roma comenzará en la Nochebuena de este año con la apertura de la puerta santa en San Pedro del Vaticano, y pocas horas después en Jerusalén y Belén. En las diócesis será el día de Navidad con tres elementos: 1°: una peregrinación a la catedral para la Misa del obispo, saliendo de otra Iglesia (statio); 2°: realce del libro de los Evangelios; 3°: la lectura de algunos pasajes de la Bula que comentamos. La clausura será el 6 de enero del 2001.

Los signos que acompañan el jubileo son siete, a saber: 1°: la peregrinación: 2°: la puerta santa o el cruce espiritual del umbral, e.d. elegir a Cristo piedra angular de la Iglesia a la que nos unimos nosotros como piedras vivas; 3°: la «indulgencia», que abre el «tesoro de la Iglesia», e.d. las buenas obras de los santos, que Cristo hace suyas y adquieren una fuerza sanante; 4°: la «purificación de la memoria» para reconocer las faltas cometidas; 5°: la caridad para crear una nueva cultura de solidaridad y cooperación internacionales en un modelo de economía puesto al servicio de cada persona; 6°: «la memoria de los mártires», ya que este s. XIX ha tenido millones de ellos víctimas del nazismo, comunismo y de las luchas entre pueblos y tribus; 7°: «la mirada a María» que obedeciendo al padre engendró para nosotros en la carne al Hijo de Dios: la peregrina que protege a todos los peregrinos.

Para el sucesor del Pedro, el año jubilar es un año de misericordia. Por eso nos pide que, junto a El, nos postremos ante Dios e imploremos perdón por los pecados pasados y presentes. Que se repita sin cesar: «Hemos pecado». Sin embargo, que nadie se excluya del abrazo del Padre, ni se comporte como el hermano mayor de la parábola que se niega a participar de la fiesta con su hermano arrepentido y vuelto a la casa. Sólo así podemos cruzar con confianza el umbral del tercer milenio y mirar el futuro con esperanza.

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