El menosprecio por la verdad
La crisis de nuestro país se origina en la mentira. Porque la mentira no sólo da origen a la corrupción, sino destroza la vida de sociedad e individuos. Podemos aceptar que se cometan errores por ignorancia, pues así es la naturaleza humana limitada. No se puede admitir la búsqueda de la falsedad, la voluntaria falsificación de los hechos, las promesas mentirosas. No calificamos a las personas, pero necesitamos rechazar esas actitudes degradantes.
¿En que consiste esta mentira actual? Es un alejamiento querido de la realidad. Y cuando se miente sobre la realidad, se menosprecia la verdad, pues la verdad se apoya sobre la realidad objetiva. La crítica más dura de Jesucristo a los dirigentes de su época fue: «no hacen lo que dicen». Es la distorsión entre la palabra y la realidad.
Nuestra época está mentalmente «enferma», porque no se interesa por la verdad. Esto está provocando una patología social, de gente que intenta falsificar la vida. Si se tratara sólo de televisión, bastaría con apagar el aparato. Hay cosas más graves. El régimen nazi en Alemania desde 1933 asesinó a los locos, deficientes mentales y discapacitados. Sólo algún obispo católico se atrevió a denunciar una realidad ocultada, y anunciar que eso era el principio de cosas mucho más graves. Y vino el holocausto judío. ¿Por qué no hablaron los demás alemanes? Otro ejemplo: hasta hoy Japón ha ocultado el sistema que implantó hasta terminada la II guerra mundial, de tener «esclavas sexuales» de otras naciones al servicio de sus soldados. Doscientas mil mujeres coreanas fueron raptadas en su adolescencia para el oficio de «mujeres consoladoras». Muchas fueron asesinadas en masa para que no contaran la verdad, y las 50.000 que quedan todavía están esperando la restitución que se les niega. El mundo sabe de estos y otros casos, y silencia su boca. Nuestra época está intelectualmente «enferma».
La tarea consiste en formar las mentes en la búsqueda de la verdad y las conciencias en el encuentro de la realidad. Las dificultades son grandes para no contagiarse de lo actual. Sin embargo, es necesario que alguien esté «sano» para curar a los enfermos. Al final, la mentira es la degradación de la persona humana. Hay que luchar con todas las fuerzas para evitar el desinterés por la verdad. Esa fue la actitud de Pilato ante Jesús. Con desprecio el pretor romano, famoso por su crueldad, le preguntó: «¿Qué es la verdad?» Los que ocupan puestos públicos en las naciones suelen ser buenos políticos para el bla-bla, pero hoy carecen de la sensibilidad por la verdad que necesita el mundo para salir de esta deriva.