Catequesis

El laberinto de Silo

Había una vez un hombre llamado Silo. En su finca tenía un bosque denso con toda clase de arboles, plantas y yerbas. hizo un laberinto en el bosque. eso es un camino que da vueltas hasta poder acertar con el paso. Era un senda especial: no tenía señales ni carteles. Quien osaba entrar podía meterse por callejones sin salida y pasar horas hasta lograr irse. Además, el bosque estaba lleno de víboras que mordían e inyectaban veneno que mataba al incauto.
el Ángel Gabriel se presentó a las víboras y les dijo: Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios y vengo a preguntarles algo. Contestaron: ¿Qué deseas? el Ángel dijo: Quiero que vivan en paz y no piquen a la gente distraída.
China, la jefa de las víboras contestó: No podemos ir contra nuestro instinto. somos venenosas y no sabemos las intenciones de quienes caminan: mordemos para defendernos. La gente debe observar y ser prudente, porque somos astutas, pero también tenemos miedo.
El Ángel Gabriel preguntó: ¿Cómo deberían actuar los humanos?
La jefa dijo: Es simple. Antes de entrar al laberinto, cada uno debe hallar un palo fuerte y buscar el camino de salida golpeando el piso. Al oír esos ruidos, huimos y nos escondemos, para no ser heridas, ni que nos maten. Es preciso que la gente entre al bosque con atención. Lo mismo se pide para vivir en el mundo. El que no vive alerta puede perder todo. Y también los niños deben estar atentos. La atención cuesta un poco en el arranque, pero es la base de la prudencia. Y colorín colorado, este cuento ha acabado.

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