
El hijo pródigo
«Querido Osvaldo:
Gracias por recordarme a pesar de mis yerros. Me acuerdo cuando de pequeño iba a las convivencias que hacías en la quinta del Doctor Luis Baliña. Eras párroco de la Inmaculada de Villa Devoto. Sería por los ’80.
Después de nuestra famosa siesta, acostumbradas a contar la parábola del hijo pródigo, ése que regresaba arrepentido a la casa paterna.
Al acabar decías: – «Muchos no han entendido la verdad que encierra esta lección de Jesús, pero llegará el tiempo en que la comprenderán».
Apenas teníamos nueve años y realmente no sabíamos descubrir bien esa verdad oculta.
Los más grandes tampoco hacían caso al relato.
Yo no imaginé que algo me marcara tan a fondo. ¡Pobres de los que aún no captan las palabras del Evangelio!
Muchas gracias por la paciencia que tuviste. ¡Ánimo! Aún falta mucho.
Un fuerte abrazo.
Pablo».

