El golpe en el pecho
Uno de los gestos penitenciales tradicionales es el golpe en el pecho. Durante miles de años al golpearse el pecho con las yemas de los dedos se elimina el cortocircuito del cuerpo, o sea, el bloqueo emocional y se restaura el equilibrio entre la mente y el cuerpo. Es una de las razones por las cuales las monjas de clausura llegan hasta los cien años.
Así presenta Jesús al fariseo y al publicano (Lc 18,9ss) «El Fariseo oraba de pie: no soy como los demás… En cambio el publicano no se atrevía a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: oh Dios, ten piedad de mí, que soy un pecador». Es también la actitud de la gente ante la muerte de Jesús: «Y quienes habían acudido a aquel espectáculo, al ver lo que pasaba, se volvieron golpeándose el pecho…» (Lc 23,48). Es un gesto hermoso, al menos en cuanto a expresividad. En el pórtico de la Gloria, de Santiago de Compostela, el maestro Mateo, artífice de la maravilla, se presentó a sí mismo al pie de la columna central, al fondo de la iglesia, de rodillas y dándose golpes de pecho.
Para el acto penitencial, al inicio de la Misa, usamos también el mismo gesto tanto en el Yo confieso como en el Señor ten piedad. También se hace el gesto cuando se emplea como Plegaria Eucarística el Canon romano. A las palabras y a nosotros, pecadores, el presidente (y los concelebrantes) se golpean el pecho con la mano: frase que se refiere a los sacerdotes.
Antes de la reforma, se hacía el gesto en el Cordero de Dios, o en el Señor, yo no soy digno. Golpearse el pecho es reconocer la propia culpa, es apuntar a sí mismo, al mundo interior, que es donde sucede el mal, y además, sacudiendo el propio pecho, manifestamos que queremos cambiar, despertar, convertirnos.
Si es un gesto bien hecho, y no un mero rito, puede ser un recordatorio pedagógico de nuestra situación de pecadores, y a la vez la expresión del dolor que sentimos y del compromiso de nuestra lucha contra el mal. Por eso, es un gesto especial para cuando nos confesamos.
Un comentario
Teresa Nadal
Recibo siempre todos los avisos,me complacen mucho leerlos desde Cuba donde resido.Felicidades al Padre Osvaldo Santaguada por su gran labor.Mi párroco es Padre Martín argentino en el seminario de Stgo de Cuba bendiciones