Guía y consejo,  Sociedad

El Espíritu Santo viene en nuestra ayuda.

Los acontecimientos de nuestro país, de las religiones y del mundo entero demuestran la complejidad de los problemas que hoy nos preocupan. Los cristianos, lejos de huir de esos problemas, los miramos de frente para no perder el ánimo de anunciar el Evangelio a nuestros contemporáneos. La muerte de Jesús no fue el final de su amor y de su presencia en el mundo. Jesús resucitó por el amor del Padre para entregarnos su Espíritu Santo. Por eso, la muerte de Jesús no significó el final de sus discípulos, sino el comienzo de una Iglesia. En efecto, después de su Resurrección Jesús se apareció a los suyos y les prometió enviarles el Espíritu Santo. Al cumplirse los 50 días de Pentecostés, los discípulos y discípulas se convirtieron en apóstoles de la Buena Noticia hasta los confines de la tierra. Ni la pobreza, ni la persecución les impidió formar comunidades que fueron el signo del amor y la presencia de Dios salvador.

Nosotros compartimos la misma fe en Jesucristo Resucitado y en cada una de nuestras comunidades pedimos sin cesar que el poder y la presencia del Espíritu Santo realice nuevos milagros y sane las heridas de tanto dolor e injusticia. (O.D.S.)

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