Catequesis,  Guía y consejo

El escapulario del Carmen

La advocación del Carmen es una de las más populares y universales entre las muchas que designan a la Virgen María –bellas y entrañables para los fieles católicos. Cada una se refiere a algún título suyo, o misterio de su vida, o virtudes, o favores que nos dispensa, o en los que se venera. La historia de la advocación del Carmen es oscura. Al parecer, desde la llegada a Europa de los carmelitas, en el s. XIII, se concedió a los laicos fundadores o bienhechores de conventos participar en los frutos espirituales de la Orden; la devoción a N. S. del Carmen se difundió desde fines del s. XIV. El tiempo hizo perder, para sus devotos, la referencia carmelita original; se hizo católica. Lo mismo se puede decir de su signo: el pequeño escapulario del Carmen ha sido tomado de la tradición monástica. El primero que menciona esta prenda es San Benito, en el capítulo 55 de su Regla; lo prescribe en lugar de la cogulla como ropa de trabajo. Vino a ser un signo del monje trabajador y se lo solía comparar con la cruz, el yugo del Señor; adquirió también el valor espiritual de armadura o escudo. El escapulario del Carmen nos remite a un hecho fundacional: en Cambridge, en 1250, la Santísima Virgen se apareció a S. Simón Stock, sexto general de la Orden carmelita para dejar en sus manos el escapulario, con estas palabras: Este es el privilegio que te doy: quien muera revestido de este hábito se salvará. El uso del escapulario se extendió de a poco, y sobre todo a partir del s. XVI. Hubo dudas, e incluso al comienzo ciertas prohibiciones eclesiásticas, ante el temor de que los fieles creyesen que era un talismán por cuyo poder se alcanza infaliblemente la salvación, aún viviendo en pecado y sin la intención de una reforma de vida. Este es un problema real, que se ha presentado en diversas épocas y puede verificarse también hoy, sobre todo cuando falta una formación doctrinal y espiritual. Las devociones que expresan la actitud religiosa son bien cristianas cuando arraigan en el orden de la fe, esperanza y caridad; de lo contrario caen en la deformidad de la superstición. Pablo VI dijo de la piedad popular que es una realidad a la vez tan rica y amenazada. Esto hizo en su prudente recomendación del escapulario. Las dos creencias transmitidas por la tradición devocional se refieren al misterio de la salvación y deben ser interpretadas según la doctrina católica. La primera es la promesa formulada por la Virgen a San Simón Stock: quien muera revestido de este hábito se salvará. Varios avisos del magisterio aplican como complemento de este dicho el apremiante consejo de S. Pablo: trabajen por su salvación con temor y temblor (Filipenses 2, 12). Pío XII ratifica: Quienes visten el escapulario no podrán lograr la vida eterna en la pereza y negligencia espiritual.

Héctor Aguer

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *