El cuerpo y la capacidad de pensar
ÍNDICE
Hay que educar al cuerpo para que funcione el alma
Los recién nacidos
Cuando nacemos somos un conjunto de posibilidades. Es preciso que el alma organice y construya poco a poco su cuerpo. El bebé debe aprender a hacer convergir sus dos ojos, a manejar sus dos manos, más tarde a hacer funcionar sus órganos de fonación. Para ello debe coordinar sus funciones cerebrales. Hacia los dos años el bebé toma consciencia de que su cuerpo es un todo.. El alma va construyendo la imagen que tiene cada uno de su cuerpo.
No hay pensamiento sin la colaboración de todo el cuerpo
Poco a poco vamos usando nuestro cuerpo según su extraordinaria complejidad. Es complejo el cerebro, que recién queda formado a los 25 años (cortex frontalis). Y el cerebelo es el que sostiene la voz y el sistema nervioso. Es fácil comprender qué impresionante grado de precisión y de delicadeza usa el espíritu haciendo trabajar su materia corporal. Para decirlo más fácil: para que haya actividad intelectual se requieren toda clase de condiciones físicas, psíquicas, químicas, motrices, el estado de los nervios y de las vísceras, la presión arterial, las secreciones internas, el movimiento.
Piensa la persona toda, no su inteligencia
No hay pensamiento sin una participación del cuerpo en la acción de pensar. Pero, atención, no piensa la inteligencia, sino toda la persona, cuerpo y alma. El cuerpo es socio del alma y le concede las condiciones esenciales para que la persona pueda pensar. Por eso, cuando estamos mal alimentados (llenos de pastas, pan, pizzas y azúcar) el pensamiento se vuelve más tonto. Necesitamos el nutricionista que nos dé los suplementos que necesitamos para que el cuerpo funcione bien. Estamos rodeados de bacterias, microbios, virus de toda clase, y por eso necesitamos una alimentación que ayude a tener un pensamiento crítico y la capacidad de juzgar entre lo bueno y lo malo, lo verdadero y lo falso. Cuando estamos sedentarios, con encierro (que llaman cuarentena) – en especial los adolescentes – se van perdiendo las ganas de pensar y uno se contenta con jueguitos e informativos que dan siempre una sola versión de los hechos. El movimiento y la alimentación ayudan al alma a juzgar y así llegar a su meta que es la libertad interior.