Catequesis

El Crucifijo

¿Por qué veneran a un Cristo muerto? Los evangélicos veneramos a Cristo Resucitado, me espetó un joven. En realidad, esa actitud es la de quienes no pueden ver con claridad la humanidad de Cristo. Les parece demasiado terrible que el Hijo de Dios hubiese sufrido el suplicio de la Cruz. Lo mismo pensaron los primeros cristianos. Sin embargo, en el siglo II/III Tertuliano afirma: «En todos nuestros viajes y movimientos en todas nuestras entradas y saldas, al ponerse los zapatos, en el baño, en la mesa, al encender velas, al acostarse, al sentarse en cualquier tarea en que estemos ocupados, marcamos nuestras frentes con la señal de la cruz (en La Corona del Mártir).»

Luego a principios del siglo IV (año 325) la cruz desnuda se convirtió en el signo de los cristianos. Hasta entonces los creyentes usaron un pez (porque pez se dice en griego ICHTHYS: que son las primeras letras de la expresión Jesucristo, Hijo de Dios, Salvador). De ese siglo es la primera cruz con el crucificado que existe hoy (en el museo Británico, de marfil), y la de las puertas de la basílica de S. Sabina en Roma.

Con el Concilio II de Nicea (a.767) se admitió el culto a las imágenes y comenzaron los crucifijos, aunque Jesús estaba en ellos como Rey glorioso (se puede ver algo así en la iglesia de abadía de S. Escolástica, S. Isidro). En el siglo X, comienzan los crucifijos dolientes, por influjo del movimiento que dio nacimiento a los franciscanos: la realidad de la humanidad de Jesús.

No obstante, cada Viernes Santo veneramos la Cruz y la besamos, pero sin el crucificado. Así seguimos la tradición más antigua, la que mencionaba el joven evangélico. También nosotros honramos a Jesucristo Resucitado, y la prueba de ellos es que ya el Viernes Santo se menciona en las oraciones al Misterio Pascual de la Muerte y Resurrección de Jesús. En realidad, mencionar a Jesús es hacerlo recordando que murió y resucitó para nuestra salvación.

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