La Argentina Hambrienta

El cardenal Quarracino presenta la antología «Cantar y orar»

El 18 de mayo de 1997 el Cardenal Antonio Quarracino, arzobispo de Buenos Aires y Primado de la Argentina, escribía el prólogo de la nueva Antología «CANTAR y ORAR», que contiene 414 cantos litúrgicos, especialmente Salmos y cánticos bíblicos. Las palabras del cardenal expresan su profundo conocimiento del canto sagrado y de las necesidades del pueblo católico. Sus continuas visitas durante ocho años a parroquias, conventos, comunidades, escuelas, movimientos, asociaciones, instituciones lo han puesto seguramente ante la realidad de la dispersión del canto. La experiencia de las grandes celebraciones diocesanas le habrán mostrado la dificultad de lograr que la multitud católica pueda cantar, sin necesidad de laboriosos ensayos de sacerdotes y seminaristas de buena voluntad, unos cuantos cantos diferentes a los que se vienen cantando en todas las concentraciones católicas desde hace un cuarto de siglo. El repertorio de cantos probados en la Argentina es un tesoro precioso, que supera con creces a los cantos «propios» de cada grupo, movimiento o colegio, conocidos sólo por unos pocos.

El purpurado, en una página sucinta, muestra su amor a la Sagrada Escritura, su admiración por el Concilio Vaticano II, su respeto por la religiosidad popular puesta en alto por los obispos latinoamericanos en Puebla, su cariño por el Papa al que menciona en una cita imperdible, su valoración de la memoria cristiana del pueblo argentino, su recuerdo de los pioneros del canto litúrgico reformado en la Argentina. En efecto, el Cardenal descubre con perspicacia las razones del título de la Antología «CANTAR y ORAR», y las encuentra en un texto del libro de los Hechos de los Apóstoles (16:19-34), que relata las vicisitades pasadas por Pablo y Silas en Filipos, y cómo estos en medio de las torturas se pusieron a orar y cantar las alabanzas de Dios. Por eso dice el Cardenal: «En medio de los peligros y dolores, aquellos grandes evangelizadores oraban y cantaban, y obtuvieron del Señor su liberación».

A medida que se lee el prólogo del Cardenal Quarracino, siento que merece más que un pequeño comentario. Encuentra cinco valores en la Antologia que nace para la cultura del país:

  1. Conservar lo mejor de cada época y cada región de la Argentina, con cantos probados por el uso. Así a nadie extrañará que se publique un antiguo canto mariano del obispo José Costamagna: «Salve de los cielos» (n. 167).
  2. Respetar el sentido de fe del pueblo cristiano, su inteligencia y su tradición. Por ejemplo en el canto «Pastorcito de Belén de S. Villar (n. 208).
  3. Anticiparse al gusto de los creyentes, brindando un tesoro de cultura religiosa, guardada celosamente en la memoria cristiana de los fieles. Por ejemplo en el canto «Oh, Maria Madre de Dios» (n. 214).
  4. Promover la música para fomentar el sentido religioso del pueblo argentino, según el voto del Concilio Vaticano II. Por ejemplo la cueca de J. Mariani «Si el grano de trigo no muere» (n. 59).
  5. Poner en el lenguaje del canto poético y musical, los textos bíblicos mismos, y sus parafrasis. Así por ejemplo el canto de los chilenos Opazo y Gomucio Perales «¿Qué venías conversando?» (n. 264), una bella paráfrasis de Lucas 24:13-32, que tanto gusta a los niños.

Al meditar y cantar tantos cantos hermosos, el pueblo católico tiene la oportunidad de encontrar la verdad sobre el amor de Dios, que se hizo hombre para nuestra salvación.

Habrá que seguir comentando esta página brillante, con la que el Primado Católico de la Argentina rubricó su apoyo a la composición de esta Antología. El Concilio Vaticano II había pedido que los pastores de almas se impregnasen totalmente del espíritu y de la fuerza de la Liturgia (SC 14), y había establecido que «para promover la participación activa se fomentasen las aclamaciones del pueblo, las respuestas, la salmodia, las antífonas, los cantos» (SC 30). La Antología publicada el 24 de enero, brinda un variado repertorio para las formas de participación consciente, activa y fecunda, necesarias para vivir los misterios cristianos.

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