Testimonios

¿Dónde comienza tu vida?

Tengo muchas fotos de mis padres y hermanos conmigo. No son retratos. Son instantáneas de mi padre dándome un regalo, de mi mamá sirviendo la comida, de mis hermanos y yo jugando, de mis amigos estudiando conmigo. Me rodean las fotos. Y las tengo junto al Crucifijo, porque desde chico me enseñaron que Jesús murió por amor a mí. Estoy rodeado del amor de los míos y de Jesús.

Ese altarcito en el cual, en lugar de estampitas de santos, tengo fotos del amor que recibí, me ayuda hasta en el modo de hablar. Por eso, me llama la atención la gente que comienza a hablar diciendo: “ Yo soy una buena persona. Yo soy leal. Yo soy fiel. Yo soy capaz” y muchas expresiones semejantes. Probablemente todo eso sea cierto, pero lo seguro es que para ellos la vida comienza en sí mismos: Yo.

Cuando queremos tener un horizonte que vaya más allá, la realidad comienza justo en forma contraria. No comienza por mi yo, sino por los demás. Ser una buen persona, es un valor, lo mismo que ser leal, fiel o capaz. Y es buen que uno se valore. Pero cuando sólo tu te valoras, no hay horizonte.

Algunas personas me valoran , me aceptan como soy, me perdonan, me ayudan con sus ideas, no me critican, no me protestan, no intentan cambiarme, no me juzgan, me sirven con su trabajo o con su ejemplo, me animan, me impulsan, me hacen conocer otras realidades. Para decirlo brevemente, algunas personas me aman y otras, que yo tengo a mi lado, me amaron.

Entonces allí empiezo a valorar mi vida y se me abre el horizonte. Mi vida no comienza con mi ego. Mi vida comienza desde que nací y alguien me amó desde el primer instante, mis padres u otros. Estas son las grandes preguntas del amor: “¿Recibí amor, fui aceptado como era, fui valorado, fui perdonado, fui servido, fui impulsado?” Entonces, recién entonces puedo recordar a Jesús, que amor a mí se entregó al sacrificio más terrible. Si, la presencia del amor humano me hizo encontrar con el Jesús que oigo en el texto del Evangelio y siento en la comunidad cristiana que me transmite lo que viven quienes creen en Jesús: el amor. Y así pude amar a los demás.

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