Dios principio y fin de cada actividad
La vida y las fatigas de cada cristiano deben dirigirse al servicio de Dios. Sea lo que fuere que uno haga, debe ser hecho en la presencia de Dios. Por eso, los Santos Padres enseñaron desde el siglo II que Dios debe ser el principio y el fin de todas nuestras acciones. Modelar nuestra fuerza espiritual en el ritmo de la vida cotidiana y de sus distintas actividades. Cuando lo hacemos en nuestra propia familia y comunidad, ponemos una sólida base de Fe, que nos permite ser hombres y cristianos plenos.
Cuando orientamos nuestra vida y actividad a Jesucristo, lo reconocemos como el Verbo creador, Aquel en quien todas las cosas tienen su consistencia. Así aprendemos que el hombre no es la medida de todas las cosas, como enseñó por siglos el “nominalismo”.
Creemos que las cosas del mundo no tienen un sentido que les atribuye el hombre, sino un sentido inscripto por Dios en cada creatura. El sentido de las cosas y del hombre es objetivo, no subjetivo. Cada uno debe descubrir el sentido de las cosas, alejándose de las malas pasiones y dejando que el alma respire junto a Dios su Creador. Así, vemos al mundo como lo ve Dios. Así se puede cambiar este mundo, no por el poder y la fortuna, sino contemplando al mundo con una mirada de amor y pureza. Si nos apegamos a las cosas creadas, terminamos pensando que existimos para lograrlas. A las personas y cosas no le damos un sentido nosotros, sino Dios lo ha dado, antes que nosotros.
Osvaldo Santagada