Dimensiones del hombre
Cada uno de nosotros tiene 4 dimensiones: la física, la social, la mental o psicológica y la espiritual. La consciencia maneja una u otra de esas dimensiones, pero las cuatro trabajan unidas o deberían hacerlo. De lo contrario, si uno se queda en una sola de ellas, por ejemplo, la física, cabe lo que dice san Juan “lo que es carne, permanece carne” (Juan 3:6).
Cuando alguna de esas dimensiones falta o no se usa, se dice que el hombre está dividido interiormente. Eso es el divorcio o separación: no funciona el amor y la persona se mueve por intereses accidentales. Así hoy la gente compra comida y remedios, pero ha dejado las relaciones sociales, su salud mental y, desgraciadamente, su desarrollo espiritual. Somos mucho más que nuestras tres primeras dimensiones: lo espiritual supera enormemente a lo físico, lo social y lo psicológico.
Hay cristianos que movidos por la información unilateral y el uso político de la población, se han divorciado de su comunidad de culto y fe, y con toda tranquilidad la han abandonado. Ese divorcio con respecto a lo espiritual es un pecado, y no se sana teniendo muchas estampitas en casa. Jesús lo explica diciendo que las personas que hacen eso tienen duro el corazón por la ambición, el egoísmo y la falta de sentimientos.
¿Por qué es un pecado? Simplemente por que nos hemos separado del manantial de donde brotan todos los dones. Ese Manantial es Dios, la principal relación que un hombre puede tener. El pecado original no fue solo desobediencia a una ley, sino separación de un Amigo con quien Adán paseaba a las tardes para gozar de la brisa, como dice el Génesis.
Hay algo en nosotros que es mucho más que el físico, la capacidad social o el empleo de la mente: Jesús nos dice que somos hijos de Dios. Y si somos hijos somos pequeños ante Él. Cualquier soberbia, egoísmo y falta de sentimientos nos aparta de quien nos espera para darnos el abrazo necesario en su Casa.