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¿Cuántas formas de solidaridad existen?

El intelectual francés Jean Duvignaud, en su libro “La solidaridad: vínculos de sangre y vínculos de afinidad”, analiza las distintas formas de solidaridad que existen.

En primer lugar se destaca aquella basada en los vínculos de sangre, que se manifiesta en la familia a la cual cada uno pertenece. La familia debe ser un espacio de crecimiento y comprensión, y muchas veces sirve de abrigo durante los trastornos sociales. El vínculo de sangre también impone a sus miembros leyes, obligaciones y un núcleo de símbolos que les permite ejercer la solidaridad en otros ámbitos.

En segundo lugar, se encuentra la solidaridad urbana. El pueblo o la ciudad no es solamente una acumulación cuantitativa de personas. Debe ser una unidad transformadora del ser humano. Implica que los habitantes no vivan solamente uno junto a otro o unos sobre los otros, sino que se establezcan entre ellos relaciones de cooperación en una tarea común. El hombre no es ya simplemente un hombre, sino que es un ciudadano.

Otra forma de solidaridad se da en el agrupamiento de personas con fines de incrementar su saber, su técnica o su espiritualidad. Este es el caso de las escuelas, universidades, agrupaciones profesionales, de oficios o de artistas y las iglesias o lugares de culto. Estos ámbitos se convierten en sitios de convivencia donde se agrupan aquellos a quienes une entre sí un objetivo común, una relación mística, una investigación o pensamientos para transformar el mundo. Estas agrupaciones forman el tejido fundamental de la sociedad. Otro tipo de solidaridad es la que se da en las organizaciones industriales o comerciales, o en las agrupaciones obreras. Quienes forman parte de estas instituciones se deben unir a través del compañerismo y el alcance de objetivos comunes.

Otra forma de solidaridad, que se remonta a tiempos inmemoriales, es la que Duvignaud llama “la complicidad de las fiestas”. La fiesta es una ruptura en el orden establecido y en la tranquila repetición de la vida común. Es una “rebelión efímera” que provoca una corta solidaridad, pero que une entre sí a los hombres y mujeres que se encuentran en ella durante un momento único. Las fiestas, tan variadas como casamientos, jornadas, fiestas patronales, reuniones de amigos, actos patrios, permiten retener la colectividad viva y la conservación del grupo humano, suprimiendo desigualdades y entrelazando vínculos.

Nuestros próceres soñaron con un país grande. Para lograrlo es necesario revitalizar los vínculos de solidaridad en todas sus facetas.

Fernando O. Piñeiro

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