La Argentina Hambrienta

Compromiso de los católicos en la política

Asistimos a un deterioro constante del cuadro de dirigentes políticos en nuestro país. Estamos padeciendo el peso insoportable de continuas crisis institucionales, crisis económicas, crisis de la sociedad. Es conciencia común que los políticos son «corruptos» y hay signos de violencia en varias partes. Esa violencia proviene tanto de las injusticias, como de las ideas de ciertos grupos que también quieren el poder, porque es fuente de dinero y privilegios.

Esta situación tan penosa nos hace desconfiar de los políticos y de la política, porque en nuestro horizonte no se ven «gestos de grandeza» reclamados hace años por los obispos argentinos a los dirigentes del país. Los que están aferrados al poder, siguen allí durante años, como es el caso de los sindicalistas, senadores humillados, y diputados que no tienen competencia para ocupar una banca del parlamento.

Sin embargo, la sociedad necesita de la política. Porque la política es el arte de buscar el bien común de todos y cada uno de los individuos que formamos una nación. La política no agota la actividad del hombre, porque sin política podemos hacer muchas cosas: la vida religiosa y la del arte, e incluso la de la ciencia pura, no necesitan de la política para ejercerse. Sin embargo, los cristianos valoramos la política, porque amamos a nuestra patria y nos interesa el Bien Común.

Por ese interés en el Bien Común, el otro nombre de la Justicia, los cristianos queremos estar presente en esa realidad política de la sociedad. La evangelización a la que nos impulsa Jesucristo no se refiere sólo a la vida de la familia o de los individuos, sino también al ámbito de la política, en donde hay pecado, y por consiguiente necesidad de redención. Porque el pecado es la raíz y la fuente de la opresión, la injusticia y la discriminación. Hay que purificar el ámbito de la política, mediante la presencia de varones y mujeres honestos que no quieran «usar» el poder para su provecho personal, sino para el bien del país. Un verdadero político cristiano estaría preguntándose continuamente: «¿Adónde va la Argentina? ¿Esta política sirve para todos? ¿Quedan marginados de nuestra acción?» Es impensable pensar en gobernantes, de cualquier nivel, que pierdan el tiempo «acomodando» a sus amigos y parientes en los cargos rentados.

La Iglesia reconoce la legítima autonomía de las cosas temporales, pero también sabe que la conciencia humana puede errar. Ahí precisamente entra el papel de los maestros de la Iglesia: devolver al hombre la lucidez para discernir lo que está bien y lo que está mal, para seguir lo bueno y evitar lo malo, especialmente de todo un pueblo. El papel de los demás cristianos es preocuparse por el Bien Común. Algunos, quizás, deban entrar en un compromiso político más concreto, e.d. en la política de los partidos. En este sentido, los cristianos tenemos en cuenta tres aspectos estrechamente unidos: 1º. la filosofía del partido debe ser consonante con los principios de una moral plenamente humana; 2°. la plataforma del partido debe evitar cualquier cosa contraria al bien común y a los mandamientos de Dios; 3°. la trayectoria de un candidato: hay que prepararse profesional y religiosamente para cumplir su papel: evitar las leyes contrarias a la moral y a la dignidad de cada persona humana, o en todo caso, buscar el mal menor. Un político cristiano no entra en complicidad con el pecado, pues quedaría privado de la gracia del Espíritu Santo que le permite luchar contra los mecanismos de maldad y las estructuras de pecado.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *