Amor y Alegría,  Vida

¿Cómo solucionar los problemas complicados?

Cuando surge un problema complejo nos hundimos en un vaso de agua, como se dice. Basta que las cosas sean complicadas para que nos sintamos impotentes, incapaces de solventar el asunto, o bien cargamos con el tema pero pesados, atónitos, y perdidos. Aceptamos la nueva realidad porque no hay más remedio, como también se dice.

Cuando era más joven veía una serie de tv (la única que me gusto muchísimo). Era un tal MacGyver que usaba cualquier cosa para salir de situaciones graves y en apariencia terribles: cordones, palitos, hilo, papel, frascos, nada escapaba a su inventiva. Y salía de obstáculos increíbles. Porque, además, su misión era llevar a los malvados a ser juzgados (una justicia bastante buena parecía). Ese agente secreto remediaba cualquier brete con un estilo genial, sin salir herido ni maltrecho por el apuro pasado.

También se nos presentan caminos impensados por los que tenemos que andar. El asunto es que no existe un solo camino para llegar a la meta. Basta reflexionar un poco para encontrar otro camino, quizá más difícil (o no) que nos permita salir del aprieto con finura. Frente al atolladero tomamos una decisión, pero hay que saber desistir de ella y colocar un papel con el problema y junto a él, papelitos con remedios al asunto. Si la cosa no es personal, podemos hacer que participen los demás. La pregunta es cómo logramos que los demás se interesen y no queden “preocupados”.

Ante todo, hay que actuar con naturalidad, sin agrandar las cosas. Conviene dejar el problema en reposo y comenzar a conectarse con la gente y conseguir que los demás también lo hagan. De modo que formemos una red afectiva. Para eso, hay que sacar lo inútil y lo que estorba en el problema y concentrarse en dejar limpio el panorama. Ese es el secreto, limpiar el ambiente. Amo las plantas y tenía unas tres que no estaban bien. Las puse en mi lugar de trabajo. No mejoraban y cada día estaba más molesto. En el patio, tenía otras de la la misma especie que estaban regias, pese a los fríos porteños. Las fui cambiando dentro de un lado para otro, hasta que las saqué al patio y las puse con sus familiares. Ahora tengo el lugar más tranquilo y puedo plantear mis cosas sin ese algo que me molestaba. Aunque era trivial tuve que cambiar mi mente.

Ese es el modo de solucionar lo complejo: cambiar de mentalidad, concentrarse en lo importante y dejar las minucias afuera. Las soluciones finas no se producen rápido: hay que ir viendo los distintos posibles caminos que se abren. La clave es que muchos participen. Para eso hay que conectarse y aprovechar las coyunturas para hacerlo. Para Dios no existe la casualidad: El nos pone lo insólito en la ruta y allí resolvemos lo intrincado, por la serendipia, o sea un accidente, una charla, un llamado, una tarjeta. Cualquier cosa puede servir para encontrar el camino que no se nos había ocurrido.

Osvaldo Santagada

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