La Argentina Hambrienta

¿Cómo se hace crecer la esperanza?

La atmósfera de desilusión que nos toca sentir, es un llamado de Dios a dejar hablar a la realidad completa, y escuchar lo que tiene que decir. Hay gente que no se atreve a enfrentar lo repugnante, por eso terminan deprimidos y cerrados. Las religiosas en los confines de nuestro país, muchos médicos de hospital, los que debemos buscar la verdad, nos acercamos cada día a lo que está mal, para cortar lo enfermo y devolver la esperanza. El optimismo del cristiano es mesurado y surge de mirar atentamente a la realidad. Con la razón, miramos toda la realidad.

La verdad es desfigurada de muchos modos. El más simple y nefasto es mentir. La mentira es el peor pecado porque se opone a la tendencia que Dios puso en la razón humana: buscar la verdad. Esa mentira toma distintos ropajes ante todo, el silencio de omisión, ed., callarse porque conviene. luego, la pequeña deformación de la verdad («total eso a nadie le importa»); por fin, la lista y llana negación de la verdad para provecho propio.

«No es para tanto», dijo un amigo. Respondí: «El holocausto judío comenzó por la mentira de los intelectuales, al servicio del nazismo, que midieron los cráneos en Alsacia y determinaron «científicamente» que los que no tenían las medidas de esos cráneos no pertenecían a la raza aria». Y se pueden añadir otros ejemplos.

Una de las peores enfermedades de nuestro tiempo es «colorear la memoria». En realidad, eso hacen los libros de historia y los politicólogos y economistas, seleccionando lo que conviene para su propia filosofía. Pero la memoria hay que purificarla de los colores que se le dieron. Si la memoria no estuviera descolorida, falsificada o silenciada, el Papa no tendría que estar pidiendo perdón por tantos errores de los cristianos en los siglos. Por eso, hay que pedir perdón sobre el pasado, y no encubrirlo.

La solución de los desastres no consiste en decirle a los hijos: «Andate a otro país». Porque en los otros países también hay desastres parecidos. Basta seguir los acontecimientos de España, o las inmundicias televisivas que se importan de otras partes. La solución es detener la mentira a tiempo y no falsear la realidad. Decir la verdad aunque duela, y no usar las palabras para tergiversar la realidad. Si no intentamos frenar la ola de mentiras, somos cómplices de lo asqueroso que no queremos ver.

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