¿Cómo hacer que colaboren en la familia y los grupos?
Hay en cada uno una propensión instintiva a obedecer al que manda, como en las manadas. Si un padre o jefe nos dice hacer algo, lo hacemos, aunque no sea lo apropiado. En las casas, comunidades e instituciones, el modo más acertado de tomar decisiones no consiste en que haya uno que sabe las cosas y dice lo que hay que hacer. Es aconsejable que el responsable de cada área consulte con todos, dejando que se expresen con libertad. Para eso, hay que crear condiciones para que nazca la colaboración sin miedos. Lo básico es hacer preguntas bien hechas sin abandonar su grado de responsabilidad Cuanto más aporten mejor será la decisión. Entonces, ¿qué señales claras enviamos para que los demás actúen dependiendo unos de otros y colaboraren mucho, dejando la tendencia a la sumisión. Recuerdo el Consejo de curas. Existía esa estructura y el obispo quiso usarla. Reunió a varios hombres sabios y expertos. Surgían iniciativas geniales, pero una tras otra eran rechazadas por un especialista en Derecho canónico. Todos, incluso el obispo, se sometían a la autoridad de un canon. Así los mejores dejaron de venir y quedaron unos pocos obedientes. Se frustraron las mejores ideas, para la acción de laicos y sacerdotes. El obispo, por su parte, no sabía hacer las mejores preguntas: ¿A alguno se le ocurre algo para poder actuar sin contravenir el canon? Pero visto a la distancia, el error es que no sirve juntar genios sin antes haberlos preparado duro para colaborar. Porque no se trata de inteligencia, sino de impulsar la colaboración, en contra de la tendencia natural a ser corderos. Esa gente no había sido entrenada para el grupo y nadie hacía una evaluación posterior para intercambiar ideas sobre los errores. Se hubiera necesitado dejar fuera los rangos y, también el “experto”, y se hiciera un ejercicio de humildad. Así se malogra un grupo a cambio de la inamovilidad.
No hagamos nada porque se pueden fastidiar los chicos.
Nadie puede ver todo el horizonte ni saber todos los detalles de los asuntos. Por eso, hasta los chicos pueden aportar cosas básicas e importantes. Unos esposos decidieron trabajar todo el día por internet para ganar mucho dinero. Su hija de pocos años se sintió sola. Tomaron a una joven para entretenerla por vídeo llamadas. La nena dijo: ¡Espero el día en que todos podamos abrazarnos fuerte! La niña estaba diciendo una verdad sin decirla. Los padres no pueden dejar a su hija por estar ocupados ganando plata. No se debe decir: Mis hijos son lo más importante, y no dedicarles tiempo de calidad, malgastando esta ocasión, sin prepararlos para el futuro duro.
Necesitamos un tratamiento de humildad. Eso significa que podemos ser ordenados y a la vez, espontáneos y sinceros. Esto es complicado. Conocí a un hombre franco y leal. Era rector del seminario cuando yo preparaba mi doctorado. Luego lo hicieron obispo de Mar del Plata. Allí lo encontré varias veces y, en las noches de verano, nos invitaba a salir y tomar un helado. En esas charlas dijo: No sirvo para administración y escritorio. Dedico las mañanas a dialogar con las religiosas y en las tardes visito a los curas uno por uno. Como no sé conducir me hago llevar por otro y en el viaje conversamos. Cuando llego, el conductor se dedica a rezar y yo charlo con el que voy a ver. De a poco veo un panorama aproximado de los problemas humanos de aquí. Hablaba Eduardo Pironio.
Mons. Dr. Osvaldo Santagada
El párroco más anciano de la ciudad de Buenos Aires.