Buscar la verdadera energía
A veces nos toca ofrendarnos a los demás. No queda la alegría de que el Espíritu Santo nos permita quedarnos en casa y servir. Pero queda el fastidio de que la carga nos tocara a nosotros, pues otros la evitaron. Eso pasa con quienes cuidan personas enfermas o ancianas. Hay tanta gente “feliz” en el mundo, mientras estamos en la puerta estrecha. A menudo, entre la gente honesta que lucha por la verdad y el bien, hay amargura, que colorea el sacrificio. Es difícil entregarse, renunciar a sueños, ilusiones, consuelo y placer por el bien de Dios, la verdad, y el deber hacia otros..
¿Dónde podemos obtener la energía para vivir el Evangelio sin envidiar a los inmorales ni amargarnos? Debemos mirar a Jesús. Él vivió una vida de entrega y no cayó en la amargura de haber perdido algo. Nunca se sintió amargado de haber dado su vida por los demás. Él no convirtió su renuncia en una tragedia, la del héroe solitario. Jesús permaneció libre, cálido, perdonador; no crítico y vengativo. Además, durante su vida de sacrificio, irradió una alegría que conmocionó a sus contemporáneos. ¿Cuál era su secreto?
La respuesta está en los cuentos del que encuentra el tesoro enterrado, una perla de gran precio. En cada caso, el hombre entrega todo lo que posee para poder comprar el terreno o la perla. No lamenta lo que tuvo que dejar sino que actúa por la alegría de haber hallado lo buscado. Se llena con la alegría de lo hallado. No se centra en lo que tuvo que dejar.
Sólo en este tipo de contexto la ofrenda de sí mismo puede tener sentido. Si el foco está más en lo que hemos dejado que en lo hallado, haremos las acciones correctas de llevar la cruz de otros, pero con la energía equivocada. En la medida en que morimos a nosotros mismos para vivir para los demás, corremos el riesgo de caer en la amargura que acosa cuando sentimos que hemos perdido algo. Eso es un riesgo entre los cristianos y la vida espiritual. Y así, nuestro enfoque debe estar en el tesoro, la perla de gran valor, el gozo, fruto natural de un auténtico sacrificio. Y la energía de Dios nos llevará alegres más allá de la envidia de lo amoral.