Ayuno, austeridad y reparto
San Agustín de Hipona (+430)
Entre los Santos Padres latinos, sobresale San Agustín. Su elocuencia para explicar es tan fuerte que no necesita las palabras de otro. Fíjense ustedes mismos:
“En estos días de Cuaresma nuestras oraciones han de ser más fervorosas; y para que sean auxiliadas con los apoyos pertinentes, demos también limosnas con mayor fervor. A lo que ya dábamos, añadámosle lo que ahorramos con el ayuno y la abstinencia de los alimentos acostumbrados. Siendo así que las limosnas deben ser más generosas, si por una necesidad corporal alguien no pudiera abstenerse de nada para añadir a lo que suele dar a los pobres lo que se ha quitado a sí mismo, por el hecho de que él no se priva de nada, muestre su piedad dando al pobre; si no puede ayudar a sus oraciones con la mortificación corporal, introduzca en el corazón del pobre una limosna más generosa que pueda rogar por él. En las Escrituras sagradas se encuentra este excelente consejo, digno de ser seguido: “Introduce en el corazón del pobre la limosna, y ésta orará por ti” (Ecclesiáastico (Sirácida) 29:15).
Amonestamos también a quienes se abstienen de las carnes que no se alejen de las ollas en que fueron cocidas como si fueran inmundas. Así dice el Apóstol: “Todas las cosas son puras para los puros” (Tito 1,15). Lo que, según la sana doctrina, se hace en este precepto no es para evitar la impureza, sino para domar la concupiscencia. De aquí que caen en un grave error los que se abstienen de carne para buscar otros manjares de más delicada preparación y de mayor precio. Eso no es abrazar la abstinencia, sino cambiar el objeto de placer. A quienes se desprenden del manjar ordinario, pero aumentan sus gastos en comprar otros ¿cómo podremos decirles que den al pobre aquello de lo que ellos mismos se privan? Así, pues, durante estos días, ayunen con mayor frecuencia y, viviendo ustedes con más parquedad, repartan con mayor generosidad a los necesitados”.