Atender con esmero a los ancianos y discapacitados
Hoy es cada vez más la gente mayor sola que necesita atención. En otras épocas esta obra de misericordia no era tan necesaria porque la familia grande se ocupaba de la gente mayor. Cuando hablo de gente mayor aludo a los que han pasado los 70 años, aunque se puede necesitar ayuda antes de esa edad.
Consiste en saber ponerse en el lugar de la persona mayor a la que se ayuda. Ante todo, la gente grande se irrita fácil y sus demandas a veces son urgentes. Quien asiste debe mantener la calma, y actuar de modo normal y con respeto.
Otro rasgo de la gente mayor es que es lábil emocional. Por eso hay que comprender que no son depresivos, como piensan de modo incorrecto algunos cuando ven gente mayor con ojos húmedos. Un buen sistema es ir a las cenas, tés, bingos parroquiales, en donde uno puede alternar con otros y reírse, y pasar un rato ameno y grato. No invitar, empero, a los bingos públicos, porque provocan tristeza y, los más, salen peor de lo que entraron. Y además hay que alejar a los mayores del dinero, porque casi todos se hacen adictos y avaros al llegar a los años maduros.
Se precisa sólo ser comprensivos y flexibles, y explicar con simpleza que lo que ven como un monte, en realidad se puede resolver de modo fácil.
Esa flojera se ve sobre todo cuando la gente grande está molesta porque no la llaman ni visitan sus hijos, nietos y cercanos. Un buen hermano de gente mayor la encamina hacia su parroquia para hallar grupos de tejido, cocina, costura; o bien el coro o un taller de la memoria, o literario, o incluso sesiones para orar u otras sesiones de espiritualidad cristiana. También la lectura en voz alta y los ejercicios de escribir evitan y controlan ciertos males que llegan con los años. Este un buen modo de prevenir la depresión real, el desgaste físico y mental.
Dr. Osvaldo Santagada. El párroco más anciano de la ciudad de Buenos Aires