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Vida

Amor y lenguaje

Hablar del amor es complejo, porque hay que interpretar el lenguaje, en caso de que se pueda. Hay que desentrañar lo que está oculto en el lenguaje de la gente, incluyendo el nuestro. Esa interpretación es incompleta, porque ni siquiera lo que piensan y entienden todos puede ser considerado sin fallos. Es muy difícil descubrir los matices que tiene el lenguaje propio, otro que no conocemos y las lenguas muertas (como el latín y el griego).

Recordemos que sólo tenemos un dominio escaso de las ricas lenguas que hay en el mundo. Por eso, soy consciente de la imperfección de este intento de hablar sobre el amor. Aunque si no imaginara que vamos a sacar algo, no emprendería la tarea.

El latín es la lengua de donde proviene el castellano y otras lenguas occidentales. Incluso el idioma inglés, que uno piensa tan lejano al latín tiene un 80% de palabras que provienen del latín. Los romanos empleaban varias palabras para expresar el amor. Ya conocemos dos: amor y caritas. En el tiempo de San Agustín, había una palabra para las obras que ahora llamamos de caridad: era pietas. La piedad o compasión se usaba para los que ayudaban a los necesitados: ser piadoso o compasivo era una forma de amor y decirle esas palabras a una persona eran un elogio muy preciado.
Había una palabra especial para el amor que había sido elegido por alguien: tener dilectio o ser dilecto. Así se expresaba que el amor no se trataba de un mero acostumbramiento o compañerismo, sino de una elección personal.

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