La Argentina Hambrienta

¿Adónde vas, Argentina?

Los graves acontecimientos sociales ocurridos hace pocos días en nuestro país nos obligan a preguntarnos ¿adónde vamos? Aparentemente los problemas serían de orden «económico», a juzgar por la cantidad de medidas anunciadas o propugnadas. Los obispos del país han escrito que el problema es de orden «moral». Es lógico pues interrogarse si el actual sistema económico elegido y legislado, está al servicio del hombre para ser fuente de fraternidad y entendimiento, o por el contrario, sirve a otros intereses y origina la violencia social. Incluso mucho más pertinente es plantearse si frente a los graves escándalos de sobornos y enriquecimientos ilícitos, las únicas «medidas» que necesita nuestra nación son de carácter económico. Da la impresión que las fuerzas de los gobernantes están excesivamente absorbidas por la discusión económica.

Para el ciudadano común lo que interesa es que las instituciones políticas hagan un diagnóstico de su enfermedad y quiten las células enfermas. Si no se sanea la república de la corrupción, ninguna medida económica puede traer la tranquilidad y la confianza a los ciudadanos. Necesitamos saber si la Argentina tiene futuro. Y cual es ése futuro. Los ciudadanos están cansados de asistir como pasivos espectadores a una nación que se disgrega por falta de confianza, por promesas incumplidas. por violencia, por inseguridad, por aprovechamiento de los «vivos». La angustia de la desocupación y la miseria clamorosa en que viven millares de argentinos, nos impulsa a tomar nuestra cuota de responsabilidad. Cada uno de nosotros debe preguntarse, y lo mismo deberían hacer los gobernantes, ¿adónde vamos así? Cada uno en su ámbito tiene que asumir su participación. Ese es el único modo de evitar el desánimo y volver a crecer en esperanza. Nuestro país tiene recursos inmensos, gente inteligente, instituciones creativas. Necesitamos imaginar con tiempo los problemas, antes de que sea demasiado tarde. Debemos llevar a la Argentina al lugar que le corresponde en el concierto de las naciones: grandeza y solidaridad.

Los cristianos podemos y debemos hablar de estos temas, aún cuando reconozcamos que la acción política y la ciencia política son autónomas. Esa autonomía significa que la política tiene sus leyes propias, y no necesita sacar citas de la Biblia para justificarse. Sin embargo, eso no quiere decir que la política pueda desarrollarse independientemente de la moral. Porque la finalidad de la política es realizar el bien común de los ciudadanos, que incluye el bien de cada uno y de todo el grupo. La actividad política debe estar orientada a conseguir que el hombre encuentre su plenitud humana y sus bienes auténticos, inclusive los bienes espirituales. Por eso, es preciso sanear el cuerpo social de quienes se han ubicado como un tumor en el cuerpo social, usufructúan cómodamente un lugar de poder y lo usan para provecho propio.

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