Actitud de los cristianos en la sociedad civil
Las numerosas llamadas de los obispos argentinos a los dirigentes del país parecen gotas de agua en un desierto. ¿Qué sucede? ¿Por qué no llegan los gestos de grandeza, tantas veces reclamados? Es conveniente que sobre las tareas de los cristianos respecto a la presente sociedad. reflexionemos varones y mujeres, pastores y laicos-con respecto a la presente sociedad.
El hecho de que la población es mayoritariamente cristiana, podría hacer pensar a algunos que la sociedad es «oficialmente» cristiana, es decir, que los va lores del Evangelio impregnarían el modo de acción social del Estado. La realidad indica lo contrario y, por eso, hay tantos documentos eclesiásticos sobre la acción social inspirada en el cristianismo. Ahora bien, aunque los responsables de la sociedad civil no lleven a la práctica muchas acciones para beneficio de todos los habitantes, en el espíritu de la Justicia social, es importante que los cristianos sepan como actuar y organizarse en una sociedad que aparentemente es «neutral» con respecto a la religión. No existe tal neutralidad: o se aceptan los valores del Evangelio o se rechazan. Por eso, hace falta mantener tres tareas.
La primera tarea es la repetición incansable de la vocación del hombre en este mundo: estamos aquí por que cada persona es única y amada por Dios, porque ha sido creada a su imagen y semejanza. En la imagen de Jesús, encontramos el mensaje que impulsa nuestra conducta: la verdad nos hace libres. Por eso, nos negamos a que la persona humana sea instrumentalizada para servir a finalidades malvadas (el nacionalismo exagerado, el racismo, las clases privilegiadas, las ideologías presuntamente globales…). Actualmente, la persona es instrumentalizada por la economía, con un desprecio por el trabajo y una acentuación del consumo.
La segunda tarea es la crítica constante hacia la sociedad. En esto vamos a imitar a los papas de los últimos tiempos, que han salido en defensa de los oprimidos, los enfermos, los discapacitados, los excluidos por vivir en el sur, los marginados de las sociedades opulentas. La crítica que proponemos proviene del espíritu de misericordia, de compasión y de amor que vemos en las palabras y los gestos de Jesús. No hay que esperar que esta crítica salga solamente de los obis pos, sino que cada cristiano, animado por la comunión de fe y esperanza que vive en sus ámbitos religiosos, sepa recordar los valores que la sociedad olvida. Esta tarea es la que conduce a la reconciliación ciudadana.
La tercera tarea ineludible es la que intenta «humanizar» la vida de todas las personas que viven en una sociedad. Consiste en comprometerse para que se mejoren las circunstancias en que vive la gente. Las soluciones a los graves problemas de la hora no las encontramos «prefabricadas» en el Evangelio. Al contrario, tenemos que esforzarnos para imaginar muchos caminos posibles y concretos. Con nuestras iniciativas, sean «cofradías de la lana» o «comedores para niños y ancianos», huertos escolares, envíos de bicicletas a los lugares en donde no hay posibilidad de transporte, etc. demostramos que las «buenas intenciones» no bastan, sino que hay que hacer algo más. Que no lo esperen los cristianos de sus sacerdotes y religiosas, como si ellos solos fueran los responsables de «humanizar» el mundo. Nos toca a todos y cada uno ser promotores de un gran reforma sobre el modo de proceder en la sociedad.