¿A dónde nos lleva la falta de sueños e ideales?
El cinismo conduce a la desesperación, la depresión, la derrota. Si uno se convence de que soñar no sirve para nada y tener ideales es inútil, nos resignamos a ser mediocres y nos condenamos a vivir un mundo que es una prisión. Por eso, tantos quieren ser de la prisión mediante las drogas, que los hunden aún más. La tristeza de nuestra juventud actual, la desesperación, la depresión, la sensación de derrota es el resultado de abandonar los sueños de grandeza que la persona humana tiene en su corazón y a los cuales Dios mismo la llama.
Una de las peores enfermedades de nuestro tiempo es reducirse a vivir en un mundo opaco y sin horizontes ideales. Chesterton decía: “Hay un solo pecado realmente: decir que el sol no existe”. Eso significa que nos conformamos con las cosas de segunda calidad, que nos instan a no esforzarnos, a no seguir nuestro intenso deseo de saber y amar.
Más importante aún es saber que los sueños nunca son individuales. Los sueños se comparten y cuando un sueño se comparte, comienza a realizarse. Cuántas grandes realizaciones humanas se han hecho por personas que han soñado y han compartido sus sueños e ideales.
La vida pierde sabor cuando uno ya no tiene con quien compartir sus sueños. La realidad humana es tal que nunca conseguimos nada que no hayamos compartido con alguien. El aislamiento sólo puede dar rencor o venganza, pero no grandeza. Por eso, Jesús comparte con los discípulos sus sueños de unidad y de amor, y concluye diciéndoles que ya no los llama “servidores”, sino “amigos”, porque les ha confiado sus ideales.
Es preciso que imaginemos cosas “imposibles” en nuestro interior, que soñemos con nuestra salud recuperada, que tengamos ideales de amor puro, que soñemos con comunidades capaces de sostenernos y sostener a los demás. Podemos salir de la prisión humana mediante nuestros ideales. Hay que pedir a los sacerdotes que vuelvan a predicar los ideales del Evangelio que impulsaba a Santa Teresa a querer ser mártir y que llevó a la Beata Ludovica a dar su vida por los niños que llegaban al hospital de La Plata.
Podemos superar todas las dificultades, en la medida de nuestros sueños. Los sueños nos mantienen jóvenes y nos meten en las aventuras que otros llaman “locuras”. Así soñó Jesús para su Iglesia. “Que todos sean uno”. Y su sueño sigue exigiéndonos. “Ámense los unos a los otros”, y su ideal nos impulsa a mejorar cada día. “Sean santos”, y no tenemos miedo que nos miren como payasos.
Osvaldo Santagada